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Sophos. Para quienes nos gusta pensar.

Epistemologia

La Propuesta de Rodolfo Llinás

La Propuesta de Rodolfo Llinás

Lo que ahora vamos a explicar es cómo las tormentas eléctricas que son autorreferencial tienen un movimiento Modular, que es la propuesta de Llinás.

¿Qué intenta Llinás con la modulación? La relación entre las propiedades ya existentes en el que se desplazan las neuronas con la información que el cerebro recibe en tiempo real a partir de los sentidos. Esa relación es el modelamiento, el cual el autor lo desarrolla, por una parte, con el movimiento de oscilación y, por otra parte, y en conjunto, en los de resonancia, ritmicidad y coherencia.

 Oscilación:

Lo primero que hay que corregir es la pretensión que se ha tenido de que todas las neuronas tienen una misma actividad, y es en el caso del sistema nervioso en el que más se detalla sus diferentes características. Así que, de acuerdo con lo anterior, cada una tiene un tipo de actividad que permite caracterizarlas debido a su función. Lo que les confiere esa característica es a partir de su tipo particular de actividad eléctrica. Por eso, no es adecuado decir que la actividad (movimiento) eléctrica es en todas las neuronas del sistema nervioso iguales.

La célula tiene una membrana que la cubre, por esta membrana se manifiesta un tipo de actividad eléctrica con forma de onda ni picuda ni encuadrada, sino sinusoide. Tal actividad no muestra un patrón fijo lineal, sino que son dinámicas debido a la agilidad de respuesta que debe conferir. Como se ha dicho que esta sinuosidad se manifiesta en toda la célula, también en las crestas de las dendritas que, de acuerdo a eventos eléctricos amplios puede ser evocado. Ojo, tengan presente, que la mal interpretación a la explicación de Llinás es creer que nos está hablando de cómo la neurona emite una información a otra, pero a lo que se está refiriendo es al de evocar, es decir, traer, asimilar. Por eso dice: “se trata de señales poderosas que pueden recorrer grandes distancias y que conforman la base de comunicación entre neuronas” Habla no de las ondas como si estuvieran expulsando una información y que entre más fuerza eléctrica tengan más recorrido pueden lograr, sino que es el estímulo de estos potenciales que una onda puede manifestarse o una o más de cuarenta oscilaciones por segundo. Por eso dice que: “los potenciales de acción constituyen los mensajes que viajan a través de los axones de las neuronas”, es decir, las de carga positiva porque son los que entregan información. Así que mientras la célula manifiesta ondas por una eventual información por potenciales amplias, recibe una carga por medio del axón de otra célula que añaden o sustraen lo que la modulación sinusoidal estaba evocando.

Con lo anterior, Llinás muestra que hay una predicción dentro de la célula por medio de las ondas sinusoidales. Porque cuando habla de las propiedades intrínsecas oscilatorias es cuando la neurona comienza a manifestar estas ondas y los potenciales sinápticos es cuando reciben la información directa con otra neurona que modifica la señal oscilatoria que tenía la neurona. Este tipo de relación es la base del proceso funcional de cerebro  y de todo su desarrollo.

 Coherencia, ritmicidad y resonancia

 Para que exista una resonancia, debe ir un ritmo, que es por medio de una corriente alterna (coherencia), que nace del mismo ritmo intrínseco en cada neurona. Esa amplificación (resonancia), que no es más que por la coherencia de ritmo, es un estado funcional. Esto permite que otras neuronas, ubicadas remotamente, puedan evocar la señal y contribuir con la resonancia. Pero este ritmo no es unísono, no es como una melodía plana en el que no existe alteración (información nueva que entra en conjunción con lo sinusoidal), ya que entonces no estaríamos en contacto con el mundo externo por medio de los sentidos que viven en un inagotable campo de información. Los cuales, no sólo traducen lo que reciben, sino que deben emularlo. Si fuera un proceso de traducción, sólo imagínense el pequeño desfase de respuesta ante las eventualidades de mundo externo. Precisamente para que la respuesta del cerebro con lo que recibe por los sentidos sea en tiempo de acuerdo al momento recibido, debe emularlo, como adelantarse a lo recibido que permite responder en momento contextual a lo que recibe por los sentidos.

Es este proceso de emulación que su estructura funcional es isomorfa con el mundo externo. ¡Todo esto no es formidable! Una entidad que es endoesquelética sin embargo es el actor de todos nuestros movimientos que son exoesqueléticos. Y la estructura de uno es tan diferente, su coherencia tiene todo un movimiento tan descontinuamente rítmico para que el movimiento sea ligero, fino. Es decir, si aplicamos un ritmo contráctil a un músculo para aumentar su volumen, este ritmo es abstraído por el cerebro en el que, claro está, sus resonancias no es para nada de movimiento contráctil del músculo  sino que es de tipo sinusoidal.

Epistemología no es sólo gnoseología, como ciencia no es lo mismo que conocimiento

Epistemología no es sólo gnoseología, como ciencia no es lo mismo que conocimiento

 

Popularmente en la academia [1], se confunde epistemología con gnoseología (teoría del conocimiento), y aunque la epistemología puede partir de alguna teoría del conocimiento o discutir sobre ella, de por sí la teoría del conocimiento no es epistemología. Fuera de esa diferencia, existe también una distinción entre conocimiento, saber y ciencia que es importante desarrollar.

Una teoría del conocimiento es una gnoseología, teorizando cómo el ser humano aprende lo que aprende, y así permite nuevas propuestas pedagógicas en la educación y replantea potencialidades humanas hasta el momento no valoradas u olvidadas. Además, no podemos negar que cada individuo adquiere conocimiento constantemente, no sólo dentro de la escuela, sino constantemente, en un proceso de adaptación. Ahora bien, si un saber, como puede ser por ejemplo Ciencias del Deporte y la Recreación (en adelante CDR), pretende desarrollarse por su bagaje científico, por medio de la investigación científica, lo cual la epistemología revisa que esta rama no contradiga con las nuevas y más fuertes interpretaciones gnoseológicas. Pero este saber, que intenta enriquecerse con las investigaciones, no logra una coherencia con las teorías del conocimiento por sí mismo, por lo que necesita de una reflexión agregada para discutir sobre las consecuencias, las causas, las implicaciones de la gnoseología y con todo el entorno que lo compromete, porque aun así en la revistas de investigación se demuestre nuevos hallazgos que hasta comprometen anteriores teorías asumidas como verdaderas, la costumbre de quien las enseña le dificulta asumir el nuevo paradigma, los nuevos descubrimientos que hasta pueden poner en tela de juicio todo el contenido que lo caracteriza dentro de una carrera universitaria. Allí entra la epistemología, recordando que la ciencia no es el contenido dominante hasta el momento, sino algo más trascendente, en el que valora toda teoría en búsqueda de una mayor objetividad de la naturaleza de las cosas.

Hablar de ‘saber’ nos exige diferenciarla de ciencia. Existen ciencias, como son la biología, la matemática, la física, las ciencias sociales, y aunque unas se cataloguen duras y otras blandas (y tal catalogación precisamente puede generar una discusión epistemológica), y de ellas se desprenden saberes, como puede ser la biología molecular, la veterinaria, medicina, sociología, antropología, todas ellas tratan de estar aseguradas por una objetividad que lo logra (o lo intenta) la investigación. Y hablar de qué métodos, o qué instrumentos y el por qué de esos usos, no es más que metodología de la investigación, otro conocimiento direccionado conocido en muchos saberes y no, como se ha asumido, que es epistemología, porque sería olvidar que la epistemología es una reflexión filosófica de la ciencia, y ésta no se reduce solo en los métodos que se aplican.

Así, digamos que existe el conocimiento como término general, sin una implicación directa sobre si éste es bueno o malo, sólo es un contenido adquirido. Lo que permite o logra que un conocimiento sea correcto, bueno, y por ende enseñado, compartido, divulgado, es gracias a una revisión de éste por medio de su nivel objetivo, su nivel social, su nivel de desarrollo. Porque, de acuerdo a ese origen etimológico de la epistemología (episteme) el conocimiento necesita de una base para asentarse, lo cual es en pro del ser, es decir, de la humanidad, de la comunidad. Por tanto, podemos decir que lo que le da criterio de ciencia es todo aquello que tiene la potencia para construir bien-estar en términos no individuales, sino sociales (civilizadores).



[1] En ocasiones el personal en una academia recurre a un uso de sentido común de un término pero que puede estar alejado de su sentido logrado por las reflexiones teóricas.

Análisis de la lectura Del Ser al Hacer de Maturana (Introducción. Realidad que se va configurando).

Análisis de la lectura Del Ser al Hacer de Maturana (Introducción.  Realidad que se va configurando).

Para entender no hay que resumir, sino el de vivir oración por oración el ritmo de sentido del escritor.

1.a Cuando el autor habla de un supuesto ontológico, es afirmar (como lo hacía la tradición metafísica) que nuestra mente tiene un proceso natural, esencial para pensar sobre el ser de las cosas (El Ser es esa esencia que contiene todo lo demás separándolo sus propiedades particulares –recuerden el ejemplo del árbol-. Pero Maturana no cree en esa diferencia y división). Por eso él dice que el observador es libre porque ese supuesto no es natural cuando cada uno de ustedes experimenta el mundo y por ello se puede reflexionar críticamente y validar si algo es cierto o falso. ¿y cuál era la necesidad de que la metafísica buscara el Ser de las cosas? Porque suponían que al encontrarla lograban una definición universal en el que todos los particulares participaban de esa universalidad. (Sólo imaginen que su forma de pensar en su forma de ser se aleja a la definición universal de cómo debe ser usted. Prácticamente cada uno de nosotros tenemos que acomodarnos a esa definición, eliminado otras posibilidades de expresión)

1.b Debido al punto anterior, en la época tradicional de la epistemología para explicar lo que era el conocimiento y la percepción partían de ese supuesto ontológico, lo cual Maturana al no creer en ese supuesto afirma que para reflexionar críticamente sobre el conocimiento y la percepción partía del mismo operar como él percibía y conocía lo que percibía (un árbol por ejemplo) y conocía (las propiedades o características de ese árbol).

1.c/1.d Y como la percepción y el conocer es un proceso natural del cerebro, cuando se estudia se está en la rama de la biología, pero al comprenderlo desde un proceso de reflexión no duda Maturana que está haciendo filosofía. Recuerden que en una clase les dije que también es epistemología cuando se reflexiona sobre cómo el ser humana conoce lo que conoce. (en un diccionario pueden encontrar como definición de epistemología: filosofía de la ciencia) Comprender el conocimiento es dar bases a la ciencia; reflexionar sobre las bases de la ciencia, es decir, el conocimiento y la percepción, es hacer filosofía, es decir, epistemología, pero para que Maturana no cayera en una explicación tradicional afirma que ha hecho una nueva metafísica (que nosotros en clase llamamos viraje).

2.a Observen este punto con atención: “perjudica nuestro entendimiento de los distintos mundos que generamos en nuestro vivir”. ¿Cómo así que hay distintos mundos que vamos generando a lo largo de nuestra vida? Usemos de ejemplo lo del documental MUNDOS PARALELOS, pues no es que el autor esté asumiendo la posición de la mecánica cuántica sobre diferentes universos (eso en el texto no nos lo afirma), sino que asume que cada uno de nosotros es un mundo, porque lo que experimenta cada uno de nosotros lo experimenta de forma única, individual, y fuera de eso va creando posibilidades diversas de ver lo que ve a partir de su percepción y conocimiento. Y eso es gracias a la reflexión, al filosofar, pero si nos sumimos a definiciones universales (Ver 1.a), eliminamos esas posibilidades perjudicando nuestro entendimiento de los distintos mundos que generamos en nuestro vivir. Y Maturana hace este énfasis debido a que estamos en una época de la historia en el que asumimos que una cosa es la ciencia y otra la filosofía, pues cuando nos hablan de ciencia, pensamos inmediatamente en lo práctico de la vida, en cambio filosofar lo asumimos como hablar de cosas extrañas que no tienen nada que ver con lo práctico. Esa realidad (de ver la ciencia y la filosofía distintas) es consecuencia por la cultura ya arraigada de la metafísica tradicional en nuestra estructura de pensar.

2b. Pero no es simplemente culpa de la ciencia que las personas hoy consideren que la filosofía no habla más de cosas ajenas a lo real, sino que la misma filosofía tradicional cayó en la pretensión de que tal tarea suya era llegar a los universales, a las verdades últimas, es decir a esas definiciones universales en el que todo particular participa (ejemplo: la definición de hombre y usted como persona particular participa a esa definición universal de hombre) y la ciencia por su parte afirmarse sólo como un proceso que se dedica a los hechos, a lo práctico. Por eso, para diferenciar esta filosofía, o esta epistemología nueva, hay que referirnos de una FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA.

2.c Este tipo de filosofía reconoce que el hacer parte de nuestras experiencias de la cotidianidad. Porque si seguiríamos con la idea tradicional de la filosofía de saber la esencia del hombre, supondríamos que lo que hacemos en la cotidianidad no es esencial en el ser humano para definirlo y conocer y hasta predecir su hacer en sus actos diarios. No es más que una contradicción que nota Maturana, porque si buscamos definir universalmente al hombre (es decir buscar su esencia) para predecir su naturaleza y así saber por qué actúa como actúa, sin tener en cuenta su hacer en la cotidianidad ya que son accidentes o expresiones banales, ¿por qué definirlo para algo que no es más que una expresión sin importancia: su hacer en la cotidianidad? Pero para Maturana las relaciones que un ser biológico con otro ser son esenciales estudiarlas, porque es desde allí que crea, que construye, y genera un sentido. ¿Y por qué el autor habla de técnica? Para demostrar que la filosofía debe partir de algo que antes consideraba sólo de la ciencia: lo práctico.

2.d Así que para entender a este entidad humana biológica es esencial partir de esta nueva metafísica, porque al partir de lo tradicional (modo trascendental) es partir de una generalización que no permite comprenderlo desde las relaciones propias que la entidad logra en su propio espacio.

3.a Es por eso que para Maturana es esencial ahora escribir sobre la experiencia cotidiana de un ser humano, ya que es en esta el origen de su identidad, de su desarrollo. Si yo quisiera explicar el sentido del amor en nuestra vida, le daré un sentido de acuerdo al sentido que he tenido del amor, así pretenda demostrarme a mí mismo que no me he enamorado, pero esa no experiencia me da un sentido de lo que es el amor, porque los sentidos que le damos a algo tiene una coherencia sólo desde las experiencias de nuestra vida. ¿Así que no hay forma de hablar de algo que no se ha experimentado ya que se dice sólo de acuerdo a una coherencia de experiencia? No es circular, dice Maturana. Desde esa correlación es que surge  un punto interesante: conocer el proceso en el que al observador le surge las explicaciones de lo que está explicando desde el sentido coherente de sus experiencias.

3.b Pero tengan en cuenta que explicarlo no requiere de un alejamiento de tipo tradicional entre varas coincidencias de sentido para llegar a una comprensión global, no se necesita de una base atemporal, esencial, sino que puede ayudarnos a entender el cómo al centrarse en el dominio de las coherencias operacionales (Decir dominio operacional, es como decir que hay una coincidencia del modo como opera el sujeto al frente de lo observado)

3.c Esta nueva propuesta de ver el “cómo” sigue siendo una explicación científica, así no sea al modo tradicional. Una explicación científica que nace desde las mismas explicaciones del observador desde la coherencia de sus experiencias, y así los científicos digan que sus explicaciones de un nuevo orden estén fundamentadas en leyes universales (la experiencia de ver la manzana cayendo se reduce a la ley de la gravedad que Newton justificó) no obstante sin ese modo operacional de OBSERVAR objetos cayendo sería un hablar de sordos, porque he experimentado caer objetos, tanto manzanas, como guayabas, como mangos, todas estas se convierten en una abstracción al lenguaje de la ley, pero para que se haya convertido en una fórmula era necesario la experiencia de objetos caídos.

4.a/ 4.b Y como Maturana es inteligente y para no caer en la contradicción de su propia teoría, al decir que el sentido de algo surge de acuerdo a la coherencia de la experiencia del sujeto, él justifica que ese sentido que le da a la ciencia se debe porque desde pequeño ha sido espontáneo al dejarse percibir por la naturaleza en su dinámica. Aunque el dominio operacional es ser curioso y espontáneo en los niños a esa edad, tuvo la suerte que ese fuera tomado como fundamento de su desarrollo.

5.a Y ese unificar la experiencia de la cotidiano, como algo tan fugaz como la base de la coherencia de sentido para las explicaciones, no se puede tomar como una adaptación de la religión o filosofía oriental, ya que en últimas consideran este mundo cotidiano como un experiencia no indicada para asumir la verdad de la eternidad en la plena humildad. En la experiencia cotidiana de cada uno de nosotros, sabiendo que son distintas a la de cada uno, es desde allí que se crea la realidad. O sea, no es que la realidad está ahí y luego tú llegas a ella para interpretarla, sino que ella es una estructura debido a tus experiencias y no que hay una idea previa universal (trascendental) de la realidad y tú llegas a participar a ella. Son tus experiencias que le da sentido a un mundo exterior, un sentido espacial que no es repetitivo por tener todos un mismo cuerpo, sino por un plural mundo de emociones que vive de lo efímero y nos allega los sentimientos como constancia a esa fugacidad.

Bajo Estrés

Bajo Estrés

 

Bajo estrés

En momentos de estrés, la capacidad mental y muscular se maximiza. Pero con el tiempo, esta respuesta puede provocar enfermedades y reducir la agudeza mental.

Por Robert Sapolsky

Si estás leyendo esta revista, lo más probable es que no tengas lepra o desnutrición ni debas interrumpir la lectura cada 10 minutos para correr al baño a causa de una disentería. Y seguramente tampoco tienes parásitos hepáticos del tamaño de un puño. De hecho, es muy factible que vivas varias décadas mientras tu cuerpo se degrada progresivamente. Los seres humanos occidentalizados gozamos del privilegio de llevar una vida bastante satisfactoria y larga antes de morir de enfermedades ocasionadas por la acumulación de daños, como cardiopatías, diabetes, cáncer y apoplejía.

El tiempo que vivimos depende, en buena medida, de una lotería biológica. ¿Tu hígado procesa bien el colesterol? ¿Tu páncreas secreta suficiente insulina? Tu salud también podría depender de otras interrogantes aún más peculiares. ¿Comes más cuando sientes que no te quieren? ¿Crees tener el control de tu vida? ¿Cómo se desempeñan las personas que comparten tu condición social?

Todas estas preguntas tienen que ver con la forma como enfrentamos el estrés, tema de investigación en el que he invertido 30 años y cuya revelación más importante, tanto en el laboratorio como en mi trabajo de campo con papiones de África oriental, es que las repercusiones del estrés en la salud no estriban exclusivamente en la respuesta de nuestras células y órganos, sino en la forma como nuestra psique hace frente a las circunstancias de la vida: tal vez un jefe tiránico en el lugar de trabajo o, como es más común en la actualidad, la falta de un lugar de trabajo. En última instancia, trátese de un papión de la sabana o de un trabajador desempleado, el estrés se determina, en buena parte, por la forma como encajamos en la sociedad o, mejor dicho, por el lugar que creemos ocupar en la sociedad.

Cómo matar de hambre a un león
Empecemos por definir el término estrés. El cuerpo trabaja constantemente para mantener su equilibrio en un estado idóneo de temperatura, presión sanguínea, niveles de glucosa circulante que usa como energía, etcétera. Un agente estresante es cualquier factor que rompa ese equilibrio. Supongamos que fueras una cebra de la sabana: en tal caso, un agente estresante sería un león rasguñándote, literalmente, los talones. Para escapar necesitas, antes que nada, energía instantánea para impulsar tus músculos y, por ello, un aspecto importante de la “respuesta al estrés” es la producción de una hormona llamada epinefrina (también conocida como adrenalina), la cual transforma de inmediato la energía almacenada en compuestos circulantes más simples: ácidos grasos y glucosa. También aumentan tu frecuencia cardiaca y respiratoria, así como tu presión sanguínea. Si la energía llega a tus músculos en dos segundos en vez de tres es más factible que sobrevivas. Al mismo tiempo, las hormonas del estrés, en especial unas denominadas glucocorticoides, entran en tu cerebro y agudizan los sentidos y mejoran ciertos aspectos del lenguaje y la memoria. Estás más alerta y te concentras mejor.
La respuesta al estrés también interrumpe actividades que podrían desperdiciar la energía almacenada. Se inhibe la digestión, proceso lento y costoso desde el punto de vista fisiológico, lo cual tiene lógica porque, en vez de usar la energía para digerir el desayuno, mejor la aprovechamos para no convertirnos en almuerzo; tampoco es momento de preocuparnos por conseguir algo para almorzar, entonces también se suprime el apetito. Asimismo se inhiben procesos como el crecimiento y la regeneración de tejidos, por no hablar de la reproducción: es evidente que no es momento de ovular, producir espermatozoides o emprender el proyecto de desarrollar la cornamenta mientras se escapa de un depredador. Por otra parte, no hay mejor momento para prepararse a reparar posibles lesiones y, así, tus defensas inmunitarias contra infecciones se disponen a entrar en acción. Unas células sanguíneas denominadas plaquetas se vuelven pegajosas para que, al adherirse unas con otras, formen coágulos que interrumpan la hemorragia de una herida. Por último, el cerebro recibe una descarga de dopamina, sustancia relacionada con el placer que ayuda a amortiguar el dolor.

Pocos tenemos que preocuparnos de ser perseguidos por un depredador, aunque en ocasiones debamos esquivar algún auto a gran velocidad o mantenernos desesperadamente alertas mientras conducimos a casa durante una tormenta de nieve. El problema estriba en que tendemos a activar la respuesta al estrés no sólo cuando pasamos por una crisis a corto plazo, sino también cuando, por ejemplo, estamos atascados en el tráfico y nos asalta la angustia de los impuestos, o bien cuando realizamos actividades cognitivamente sofisticadas, como sufrir por un trauma del pasado remoto o pensar en la muerte que finalmente nos dará alcance en el futuro. Somos tan inteligentes que incluso activamos la respuesta al estrés al mirar una película de horror.

Pero si activamos crónicamente la respuesta al estrés, a la larga nuestra salud paga las consecuencias. Empecemos con el sistema cardiovascular. Si la presión sanguínea se eleva varias veces, la turbulencia de esas oleadas de sangre ocasionará daños microscópicos en las paredes de los vasos sanguíneos. Gracias a ello, la grasa, la glucosa y el colesterol movilizados por la respuesta metabólica al estrés tienen mayores posibilidades de adherirse a la pared dañada. ¿Y recuerdas esas plaquetas que se vuelven pegajosas para formar coágulos? Pues ahora complican el problema pegándose al sitio dañado. Todos estos efectos incrementan la probabilidad de formar placas arterioscleróticas, remedio infalible para desarrollar enfermedades cardiovasculares.

¿Qué hay del cerebro? Mientras las hormonas del estrés aumentan el estado de alerta en las primeras etapas de respuesta, un estrés importante y prolongado puede tener el efecto contrario. Te vuelves más propenso a la ansiedad debido a los glucocorticoides que dilatan las neuronas en la amígdala, región cerebral responsable del temor y la angustia. También se debilitan las neuronas en el hipocampo, parte del encéfalo que interviene en el aprendizaje y la memoria, y en la corteza frontal, región crucial para el raciocinio. El resultado es que se afecta nuestra capacidad para aprender y tomar decisiones. Además, también se agotan las concentraciones de dopamina en la región cerebral relacionada con la recompensa, volviéndonos más susceptibles a la depresión.

Si se aplica repetidas veces, la lógica de la respuesta al estrés (“no te molestes en arreglar las cosas ahora, déjalas para después”) puede traducirse en la imposibilidad de revertir el daño de la bacteria responsable de las úlceras gástricas, Helicobacter pylori. En el caso de las mujeres, la supresión continua de la función reproductora puede alterar la ovulación y hacer que un óvulo fecundado tenga dificultades para implantarse, mientras que los hombres pueden experimentar una disminución en los niveles de testosterona, la cuenta espermática y la firmeza de la erección.

Pero podría ser peor. Si por casualidad tienes sobrepeso y poca actividad (combinación muy común en la vida occidentalizada), el estrés crónico puede ocasionar que las células de grasa se vuelvan resistentes a los efectos de la insulina, provocando un exceso orgiástico de grasa y glucosa circulantes que, a su vez, precipitan toda suerte de daños en los vasos sanguíneos y elevan el riesgo de desarrollar diabetes del adulto. Y aunque de inicio el estrés estimula al máximo el sistema inmunitario, con el tiempo actúa suprimiendo la respuesta inmunológica. Diversos estudios han demostrado, de manera consistente, que el estrés puede precipitar brotes de herpes e incrementar el riesgo de contraer enfermedades como resfriado común y mononucleosis, incluso reducir la función inmunológica de pacientes con sida.

Sin embargo, sólo ha podido establecerse una tenue relación entre el estrés y el cáncer. Al fin, una buena noticia.

No todas las psiques son iguales
Analicemos estos ejemplos: hablar en público no me perturba en absoluto (de hecho, me resulta muy vigorizante), pero la idea de actuar en un escenario me hace trizas los nervios. Disfruto de escalar grandes alturas, pero el buceo con tanque me pone a temblar. Y aunque me tranquilizo interpretando una obra para piano lenta, que invite a la reflexión, me moriría de aburrimiento y ansiedad si tratase de meditar. Sin lugar a dudas, muchos lectores tendrán el perfil contrario. Un embotellamiento de tráfico, un libro de suspenso, el impulso de charlar con un desconocido atractivo… ¿Por qué estas situaciones son fuente de estrés psicológico para unos y no para otros?

Empecemos por estudiar las condiciones psicológicas que dan origen a una experiencia estresante con el clásico experimento del sujeto que se encuentra sentado a solas en una habitación. De vez en cuando, le asalta un sonido agudo y tan intenso que eleva su presión sanguínea. Mientras, en otra habitación, hay un segundo sujeto expuesto al mismo ruido que ha recibido la indicación de presionar repetidamente un botón para disminuir la probabilidad de que ocurra el sonido. En realidad, el botón no sirve para nada, pero el individuo no deja de presionarlo, pensando: “No quiero ni imaginar las veces que tendría que oír ese maldito ruido si no estuviera apretando esta cosa”. Dicho de otra manera, tiene una sensación de control. ¿Y adivina qué? Su presión no se eleva. Incluso si ni siquiera se molesta en oprimir el botón, la certidumbre de tenerlo a mano, por si acaso, basta para reducir su presión arterial.

Modifiquemos el ambiente experimental. De nueva cuenta tenemos dos voluntarios sometidos a un ataque de ruidos aleatorios, pero ahora, en vez de presionar un botón, uno de los sujetos recibe una advertencia: cinco segundos antes de la descarga de sonido se encenderá una luz. A diferencia de su colega del otro cuarto, esta persona sabe que debe prepararse para oír el ruido o cubrirse los oídos con las manos y, en consecuencia, su presión arterial no aumenta cuando llega el estímulo. Es el mismo razonamiento que todos utilizamos cuando, entre pausas de la fresadora, preguntamos al dentista cuánto más debemos aguantar. En suma, la situación se vuelve menos estresante si tenemos “información predictiva”.

Por el contrario, si queremos infundir estrés en la vida de otros (digamos, una rata de laboratorio), sólo hace falta modificar una situación que se creía previsible. Por ejemplo, entrena una rata para que presione 25 veces una palanca y reciba una bolita de alimento y luego deja de darle la recompensa. La rata seguirá presionando la palanca 25 veces y luego 25 más, pero sin resultados. El animal se sentirá frustrado y esto elevará su presión sanguínea. Sin embargo, si damos a la rata un medio para desahogar esa frustración, como una barra de madera para roer, la presión arterial no se elevará mucho. Mejor aún: introduce otra rata más pequeña en la jaula y lo más factible es que el animal frustrado muerda al recién llegado reduciendo así su respuesta al estrés. Muchas veces he observado una conducta similar en los papiones de la sabana y es muy posible que usted haya visto a una persona con autoridad “haciendo papilla” a un subordinado para aliviar su estrés. Parece que, lamentablemente, la mejor manera de evitar una úlcera es provocársela al prójimo.

Ahora bien, tener a un subordinado del cual abusar no es tan beneficioso como recurrir a un amigo. Un papión hembra que sufre la pérdida de su cría experimenta una respuesta al estrés más ligera si, luego del incidente, busca la compañía de otras hembras para acicalarse. El efecto es aún más pronunciado cuando la madre interactúa con un pequeño grupo de parientes y amigos (sí, es un término aceptable en el campo de la primatología). Lo mismo sucede con los humanos. En pequeña escala, si exponemos a un voluntario a un estresante leve como hablar en público, su presión sanguínea no se elevará tanto si hay un amigo presente; en gran escala, la tasa de mortalidad secundaria de gran variedad de enfermedades infecciosas se eleva en proporción directa con el grado de aislamiento social del individuo.

En pocas palabras, nos estresamos mucho menos cuando creemos que las circunstancias son controlables y previsibles y disponemos de un vehículo para desahogar la frustración o contamos con apoyo emocional. ¿Por qué, entonces, hay personas que creen tener el control y otras no, estando en igualdad de circunstancias? ¿Por qué algunos aprovechamos el apoyo social potencial en momentos de estrés, en tanto que otros ahuyentan a cuantos los rodean?
Es allí donde entran en juego las diferencias de personalidad y temperamento, y no sólo en los humanos. En los National Institutes of Health, Stephen Suomi estudiaba una población de monos rhesus en la que cerca de 20% de los individuos eran “grandes reactores”, es decir, monos inusualmente tímidos y retraídos que se angustiaban frente a situaciones nuevas y tendían a deprimirse al separarse de un ser querido. Entre los papiones salvajes que componen mi población de estudio también hay individuos que perciben la fosa de agua medio vacía o medio llena. Al ver un rival dormido en el extremo más apartado del campo, un macho dominante puede enloquecer como si lo tuviera enfrente, porque no entiende que un papión lejano y dormido es una amenaza mínima y previsible. Es obvio que este macho alfa tendrá continuamente activada la respuesta al estrés y, en consecuencia, sus niveles de hormona del estrés estarán elevados de manera crónica, lo mismo que su presión arterial.

Huelga decir que ese papión tiene una contraparte en los humanos, la famosa personalidad tipo A, la cual interpreta cualquier acontecimiento como prueba de que vive en un mundo hostil. Este tipo de personalidad conlleva un riesgo importante de enfermedad cardiovascular, en tanto que dos de nuestros trastornos psiquiátricos más frecuentes, ansiedad y depresión, también se relacionan con respuestas excesivas al estrés y al riesgo asociado de enfermedad. Las personas ansiosas se creen rodeadas de agentes estresantes que no pueden controlar y tienden a estar en constante vigilancia aun cuando no existan amenazas reales. En el caso de la depresión, el individuo es incapaz de percibir o aprovechar la información predictiva, los mecanismos de defensa y el apoyo social.

Lo anterior nos lleva a cuestionar por qué algunos tendemos más que otros a la ansiedad y la depresión. Es indudable que, en cierta medida, los genes influyen. Por ejemplo, Stephen Suomi ha demostrado que las crías de mono rhesus tienen una probabilidad significativa de compartir ciertos rasgos de personalidad con sus padres machos, aun cuando estos no sean miembros del grupo social de las crías. Por otra parte, Suomi comprobó que los monos jóvenes con rasgos de la personalidad de gran reactor pierden esas características cuando son criados por madres sustitutas inusualmente atentas, así que también debemos dar crédito a la intervención de factores ambientales.

Otra demostración de la interacción de genes y ambiente procede de un reciente estudio en torno al estrés y la depresión en adultos jóvenes, a cargo de Avshalom Caspi, de la Universidad de Duke. Se sabe que la depresión deriva de niveles anormales de un neurotransmisor llamado serotonina. Un individuo puede tener una de las dos versiones de un gen que regula la cantidad que llega a las neuronas, y una de las versiones suele observarse con más frecuencia que la otra en personas deprimidas. ¿Debemos concluir que quienes tienen la primera versión están destinados a la depresión? De ninguna manera. Caspi demostró que la presencia del gen eleva el riesgo de depresión sólo con antecedentes de exposición repetida a agentes estresantes importantes, como maltrato infantil. Es por eso que la variación del gen no causa depresión, aunque influye en la susceptibilidad del individuo a un ambiente estresante.
En conclusión, aunque no hay duda de que el estrés causa daños en nuestros cuerpos, es nuestra psique la que determina cuáles de los desafíos que encaramos van a repercutir en nuestro organismo. Y así como no podemos entender la biología del estrés sin entender al individuo, es imposible entender al individuo sin tomar en cuenta la sociedad donde transcurre su existencia.

Primates ricos y pobres
Si puedes elegir, no renazcas como papión de bajo rango. En ese sistema social, jerárquico y violento, la vida de un subordinado está repleta de estrés. Los individuos de bajo rango son perseguidos, atacados y lesionados sólo porque los de un nivel jerárquico superior tuvieron un mal día, y la situación de los machos se exacerba debido a la falta de apoyo social porque, a diferencia de las hembras, inmigran al grupo en la adolescencia y no tienen familiares inmediatos que los apoyen.

Los factores estresantes han dejado huella en la biología de los individuos de bajo rango. Entre los papiones salvajes de mi población de estudio, los subordinados tienen altos niveles de glucocorticoides en estado de reposo y menor capacidad para interrumpir la secreción hormonal una vez concluido el incidente estresante. Sus gónadas dejan de funcionar fácilmente a causa del estrés y tienen una presión sanguínea más alta con bajos niveles del colesterol “bueno”. Sus sistemas inmunológicos se vuelven menos capaces de reparar lesiones y la química cerebral es propensa a la ansiedad. Su mala salud se debe, en gran medida, a las consecuencias psicosociales de su mísera posición en la sociedad de los papiones.

Por supuesto, las estructuras sociales humanas son mucho más complejas. Más que uno solo, tenemos varios rangos en las distintas jerarquías, así que valoramos aquéllas en las que somos más exitosos (mi trabajo es insignificante, pero los domingos soy capitán del equipo de softball), recurrimos a estándares internos para revalorizar el rango externo (¿Saqué 7 en un examen? ¡Estupendo! ¡Creí que sería 6!) y otros instrumentos de compensación. Sin embargo, nacemos en un sistema de rangos con una capacidad abrumadora para provocar estrés. Si quieres saber cómo es la vida de un primate subordinado, te invito a ser un humano pobre en la sociedad occidentalizada.

La pobreza está plagada de estresantes físicos: ondas de calor asesinas en asentamientos sofocantes, caminatas cuesta arriba con los víveres porque el autobús llegó tarde, el arduo trabajo manual. También impera una desproporcionada cantidad de estrés psicológico, como la falta de control, lo imprevisible de otra búsqueda de empleo, la incertidumbre de sufrir o no un asalto al caminar de vuelta a casa en tu peligroso barrio. Hay menos mecanismos para hacer frente al estrés: los pobres no pueden pedir un permiso laboral sin goce de sueldo para elucidar qué esperan de la vida, ni pueden disipar tensiones en el gimnasio. Por último, la imagen de una familia pobre, pero unida y alentadora, es más la excepción que la regla, pues el apoyo social se viene abajo cuando todos tienen que desempeñar tres empleos.

Entonces, ¿la pobreza va de la mano con la mala salud? Por supuesto. El problema estriba en el gradiente de salud que abarca la totalidad del escalafón socioeconómico: partiendo del nivel superior hacia el más bajo, la salud y la expectativa de vida empeoran progresivamente. Esta situación fue señalada de manera muy particular en los estudios Whitehall, en los que el investigador Michael Marmot, del University College en Londres, utilizó gran variedad de parámetros para demostrar que, en la muy estructurada jerarquía del servicio público británico, la salud empeora gradualmente de arriba hacia abajo. Es imposible explicar este fenómeno argumentando un acceso desigual al tratamiento médico, porque el Reino Unido se cuenta entre las naciones que proporcionan atención médica universal. Y aunque resulta innegable que cuanto más baja es la condición socioeconómica mayor es la probabilidad de fumar y llevar una dieta poco saludable, estos factores de riesgo no son la razón primaria de las diferencias de salud entre ricos y pobres. Buena parte de las estadísticas bien documentadas de la población de Whitehall y otros sujetos de estudio muestra que los factores de riesgo representan sólo cerca de un tercio de la relación entre nivel socioeconómico y salud.

El motor principal de este gradiente es el estrés. Y no sólo el de ser pobre, sino el de “sentirse” pobre. En un estudio, Nancy Adler, de la Universidad de California en San Francisco, mostró a sus voluntarios la imagen de una escalera de 10 peldaños y pidió que, comparándose con otras personas, indicaran el nivel que creían ocupar. Esta evaluación subjetiva de la condición social fue un pronosticador de salud bueno o incluso mejor que el nivel objetivo de ingreso. En un análisis más reciente, Adler ha demostrado que “sentirse relativamente pobre” conlleva tanto una evaluación de la situación personal como un sentimiento de seguridad financiera, y todo se trata del control y la previsibilidad. Así, podemos ir más lejos y afirmar que la pobreza es más estresante cuando está rodeada de abundancia. Con independencia del nivel absoluto de ingreso, cuanto mayor es la desigualdad del ingreso en una sociedad, peor es el gradiente de salud. En sociedades más igualitarias, como la canadiense y la escandinava, el gradiente de salud entre los niveles socioeconómicos más alto y más bajo es mucho menos marcado. Nada es más corrosivo que estar rodeados de recordatorios de que la vida no nos trata tan bien como a otros. La mala salud no es sólo cuestión de sentirnos pobres, sino de que nos hagan sentir pobres.

¿Qué podemos hacer?
A estas alturas, sin duda estarás ansioso por leer alguna buena noticia. Y hay muchas. Primero, ten en cuenta que el objetivo de entender el estrés no es evitarlo a toda costa. Una emoción de intensidad y duración adecuadas (un recorrido en la montaña rusa, una película de horror, un feroz oponente de ajedrez al que quizá puedas vencer) libera dopamina en las vías cerebrales del placer. Es una sensación agradable. Ese buen estrés es lo que conocemos como estimulación y hasta pagamos por experimentarlo.

También hay formas de contrarrestar los efectos adversos del estrés crónico: con vacunas y fármacos en el nivel biológico y, en el personal, con técnicas de control, como meditación, oración, ejercicio, psicoterapia, pasatiempos y ocasiones sociales. Algunas de estas estrategias suprimen directamente la respuesta del cuerpo al estrés; por ejemplo, la respiración pausada y profunda de la meditación reduce la liberación de hormonas del estrés, mientras que el ejercicio regular disminuye los niveles de dichas hormonas en estado de reposo. Otras actividades contribuyen elevando el sentimiento de control y previsibilidad, como sucede con numerosas prácticas religiosas que proporcionan respuestas a lo absolutamente inexplicable. Y el ámbito social también puede aportar muchos beneficios, incluido el caso muy particular de sentirnos necesarios cuando ayudamos a otros.

Otra buena noticia se remonta a nuestros orígenes. No sólo es improbable que los lectores de esta revista sufran de disentería, sino que también es poco probable que pierdan sus viviendas, padezcan hambruna o se vean amenazados por leones. Mientras lidiamos con embotellamientos, fechas de entrega, hipotecas e inversiones fallidas, vale la pena recordar que todo es parte del mundo que hemos construido; son agentes estresantes incomprensibles para cualquier ñu o incluso para algunos humanos. Así como somos lo bastante inteligentes para inventar preocupaciones, ambiciones y celos –y lo suficientemente tontos para caer en sus trampas–, todos tenemos el potencial de ser lo bastante sabios para darles la perspectiva correcta.

 

 

Biónica

Biónica

Bió-ni-ca

Etimología: de bios (“vida”) y ónica, como en electrónica; el estudio de sistemas mecánicos que funcionan como organismos vivos o como partes de ellos.

Por Josh Fischman

Al entrar al salón en el Centro de Aprendizaje Kiddie Kottage, cerca de Knoxville, Tennessee, Amanda Kitts se ve de pronto rodeada por niños de cuatro y cinco años. “Hola niños, ¿cómo están hoy mis bebés?”. Esbelta y energética, Amanda ha dirigido esta y otras dos guarderías durante casi 20 años. Pone las manos sobre las rodillas y se inclina para hablar con una niña pequeña.

“¡El brazo robot!”, gritan varios niños.

“¿Ah, lo recuerdan?”, dice Kitts, extendiendo su brazo izquierdo. Pone la palma de su mano hacia arriba. Hay un leve zumbido. Si uno no prestara mucha atención, no lo oiría. Dobla su codo y lo acompañan más zumbidos.

“¡Haz que haga algo chistoso!”, dice una niña.

“¿Chistoso? ¿Recuerdas cómo puedo estrechar tu mano?”, pregunta Amanda Kitts, extendiendo su brazo y rotando la muñeca. Un niño acerca la mano para tocarle los dedos. Lo que roza son unos dedos de plástico color piel, doblados ligeramente hacia adentro. Debajo hay tres motores, un armazón de metal y una sofisticada red electrónica. Hasta arriba de este montaje hay un recipiente blanco de plástico, a la mitad del bíceps de Kitts, rodeando el muñón, casi todo lo que queda del brazo que perdió en un accidente automovilístico en 2006.

Casi, pero no todo porque, en su cerebro, de manera inconsciente, vive una imagen intacta de ese brazo, un fantasma. Cuando Kitts piensa que flexiona el codo, el fantasma se mueve. Los impulsos que van de su cerebro hacia abajo a gran velocidad son recogidos por sensores de electrodos localizados en el recipiente blanco, donde se convierten en señales que mueven los motores y el codo artificial se dobla.

“No pienso en ello. Sólo lo muevo –dice esta mujer de 40 años, quien además de este modelo estándar usa otro más experimental, que le brinda un control aún mayor–. Después de mi accidente me sentí perdida. Ahora estoy emocionada porque siguen mejorando el brazo. Algún día podré sentir con él y usarlo para aplaudir al ritmo de las canciones de mis niños”.

Kitts es una prueba viviente de que aun cuando carne y hueso hayan sido dañados o destruidos, los nervios y las partes del cerebro que los controlaban siguen vivos. Usando electrodos microscópicos y magia quirúrgica, los doctores han empezado a conectar estas partes a dispositivos como cámaras, micrófonos y motores. Gracias a esto, hay ciegos que pueden ver y sordos que escuchan. Y Kitts puede doblar sus blusas.

Las máquinas que usan se llaman prótesis neurales o biónicas,
término popularizado por la ciencia ficción al que los científicos se han acostumbrado. Eric Schremp, quien quedó tetrapléjico cuando se destrozó el cuello al tirarse un clavado en una alberca en 1992, ahora tiene un dispositivo electrónico debajo de la piel que le permite mover los dedos para tomar un tenedor. Jo Ann Lewis, una mujer ciega, puede ver las siluetas de los árboles con la ayuda de una cámara diminuta que se comunica con su nervio óptico. Y Tammy Kenny puede hablarle a su hijo de 18 meses, Aiden, y él puede contestarle, porque el niño, quien nació sordo, tiene 22 electrodos dentro de su oído que transforman los sonidos recogidos por un micrófono en señales que su nervio auditivo puede entender.

Así como han aprendido que es posible conectar la máquina con la mente, los científicos también se han dado cuenta de lo difícil que es mantener esa conexión. Por ejemplo, basta con que el vaso del brazo de Kitts se mueva un poco, para que quizá ya no pueda cerrar los dedos. Aún así, la biónica es un gran avance que permite a los investigadores devolverle a la gente, como nunca antes fue posible, gran parte de lo que perdió.
“En realidad, es de lo que se trata este trabajo: restauración –dice Joseph Pancrazio, director del programa de ingeniería neural en el Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos y Apoplejías–. Mi definición del éxito es que una persona con daño en médula espinal pueda ir a un restaurante y comer sin ayuda”.

Los estantes de la oficina de Robert Lipschutz, en el Instituto de Rehabilitación de Chicago (RIC, por sus siglas en inglés), están llenos con la historia de varios intentos de restauración del cuerpo usando manos, piernas y pies hechos por el hombre. “La tecnología básica de los brazos prostéticos no ha cambiado mucho en los últimos 100 años –dice–. Los materiales sí son distintos, usamos plástico en lugar de cuero, pero la idea básica es la misma”. Lipschutz toma un armazón de plástico de una repisa.

Es un brazo izquierdo con todo y hombro. El hombro es una especie de peto que se asegura al pecho con un arnés. El brazo, con bisagras que se unen al hombro y al codo, termina en una pinza metálica. Para extender el brazo, la cabeza se gira a la izquierda y con la barbilla se oprime un botón. Es tan incómodo como suena. Y pesado. Después de 20 minutos el cuello duele por culpa de la postura extraña y el esfuerzo de presionar las palancas. Muchos amputados terminan descartando este tipo de brazos.

“A veces me es difícil darle estos dispositivos a la gente –dice Lipschutz–, porque no sabemos si realmente ayudarán”. Según él y otros del ric, lo que podría ser más útil es el tipo de prótesis que Amanda Kitts se ha ofrecido a probar: controladas por el cerebro, no por otras partes del cuerpo. Una técnica llamada restauración nerviosa muscular dirigida usa los nervios que quedaron tras la amputación para controlar un miembro artificial. Se probó por primera vez en un paciente en 2002. Cuatro años más tarde Tommy Kitts, esposo de Amanda, leyó sobre la nueva técnica en Internet mientras su esposa yacía en un cuarto de hospital después de su accidente.

“Parecía la mejor opción disponible, muy por encima de motores e interruptores –dice Tommy–. De hecho, Amanda se emocionó con la idea”. Al poco tiempo estaban a bordo de un avión rumbo a Illinois.

Todd Kuiken, médico e ingeniero biomédico del ric, fue el responsable de lo que el instituto había empezado a llamar el “brazo biónico”. Él sabía que los nervios en el muñón todavía pueden transmitir señales del cerebro. Y que una computadora dentro de una prótesis puede dirigir motores eléctricos para que muevan el miembro. El problema era hacer la conexión. Los nervios conducen la electricidad, pero no se pueden unir a un cable de computadora (las fibras nerviosas y los cables metálicos no se llevan bien. Una herida abierta para que un cable entre al cuerpo sería una vía de entrada peligrosa para las infecciones).

Kuiken necesitaba un amplificador que aumentara la intensidad de las señales de los nervios y evitara la necesidad de unir estos directamente con los cables de la computadora. Encontró un amplificador en los músculos. Cuando los músculos se contraen, disparan una ráfaga eléctrica suficientemente fuerte para ser detectada por un electrodo colocado en la piel. Kuiken desarrolló una técnica para desviar nervios rotos de las partes dañadas hacia otros músculos que dieran la intensidad apropiada a las señales.

En octubre de 2006, Kuiken se dispuso a renovar el cableado de Amanda Kitts. El primer paso era rescatar los nervios más importantes que alguna vez recorrieron todo su brazo. Los nervios nacían en el cerebro de Kitts, en la corteza motora, que tiene un mapa aproximado del cuerpo, pero se detenían al final de su muñón. En una operación complicada, un cirujano desvió esos nervios hacia diferentes regiones de los músculos en el muñón. Durante meses los nervios crecieron, milímetro a milímetro, adentrándose más en sus nuevos hogares.

“A los tres meses comencé a sentir pequeños espasmos y cosquilleos –dice Kitts–. A los cuatro meses podía sentir realmente distintas partes de mi mano al tocar lo que quedó de mi brazo. Podía tocarlo en distintos lugares y sentir diferentes dedos”. Lo que estaba sintiendo eran partes del brazo fantasma, dibujado en su cerebro, ahora reconectadas a su cuerpo. Cuando Kitts pensaba en mover esos dedos fantasmas, los músculos de la parte real de su brazo se contraían.

Un mes después se le colocó su primer brazo biónico, que tenía electrodos en el recipiente que rodeaba el muñón para captar las señales de los músculos. Ahora el reto era convertir esas señales en órdenes que movieran codo y mano. Una tormenta de ruido eléctrico salía de la pequeña región en el brazo de Kitts. En algún lugar se encontraba la señal que significaba “endereza el codo” o “gira la muñeca”. Hubo que programar un microprocesador en la prótesis para que atrapara la señal correcta y la enviara al motor adecuado.

Lo que ha permitido encontrar esas señales es el brazo fantasma de Kitts. En un laboratorio del ric, el ingeniero Blair Lock afina la programación. Hace que Kitts se quite el brazo artificial para cubrir su muñón con electrodos. Ella se pone de pie frente a una gran pantalla plana de televisión que muestra un brazo incorpóreo color carne flotando en un espacio azul: una visualización de su fantasma. Los electrodos de Lock recogen órdenes del cerebro de Kitts que llegan hasta el muñón y el brazo virtual se mueve.
En un murmullo, para no romper la concentración de Kitts, Lock le dice que gire su mano, con la palma hacia adentro. En la pantalla, la mano gira, con la palma hacia adentro. “Ahora extiende tu muñeca, palma hacia arriba”, le indica Lock. La mano de la pantalla se mueve. “¿Salió mejor que la última vez?”, pregunta ella. “Oh, sí. Señales fuertes”. Kitts se ríe. Ahora Lock le pide alinear su pulgar con los otros dedos. La mano de la pantalla obedece. Kitts abre los ojos de par en par. “¡Vaya! ¡No sabía que podía hacer eso!”. Una vez que se identifican las señales musculares asociadas con un movimiento en particular, se programa la computadora del brazo artificial para buscarlas y activar el motor correcto.

Kitts practicó con su nuevo brazo en un piso debajo de la oficina de Kuiken, en un departamento arreglado con todo lo que un amputado recién equipado podría necesitar: una cocina con estufa, cubiertos en un cajón, una cama, un armario con ganchos, un baño, escaleras; son cosas que la gente usa todos los días sin pensarlo, pero que representan enormes obstáculos para alguien que carece de un miembro. Ver a Kitts preparar un sándwich de crema de maní en la cocina es sorprendente. Con la manga enrollada para mostrar el miembro de plástico, sus movimientos son fluidos. Su brazo vivo sostiene una rebanada de pan, sus dedos artificiales toman un cuchillo, el codo se dobla y la crema se unta de un lado a otro del pan.

“Al principio no era fácil –dice Kitts–. Intentaba moverlo y no siempre iba hacia donde quería”. Pero practicó y, mientras más usaba el brazo, más auténticos se sentían los movimientos. Lo que a ella le gustaría mucho ahora es tener sensibilidad. Sería de gran ayuda para varias tareas, incluyendo una de sus favoritas: tomar café.

“El problema con los vasos de cartón que se usan para el café es que mi mano se cerrará hasta tener un agarre sólido. Pero con un vaso de cartón el agarre nunca es sólido –explica Kitts–. Eso me pasó una vez en Starbucks. Apretaba y apretaba hasta que el vaso hizo ‘pop’”.

Hay una buena posibilidad de que ella adquiera sensibilidad. Junto con el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, el ric ha estado desarrollando un nuevo prototipo para Kitts y otros pacientes que no sólo tiene más flexibilidad –más motores y articulaciones–, sino que cuenta con almohadillas en las puntas de los dedos que sirven para sentir presión. Las almohadillas se conectan a unas pequeñas barras semejantes a pistones que tocan el muñón de Kitts. Mientras más dura sea la presión, más fuerte es la sensación en sus dedos fantasma.

“Puedo sentir qué tan duro es mi agarre”, agrega Kitts. También puede sentir la diferencia entre frotar algo áspero, como una lija, y algo suave, como el vidrio, por la velocidad a la que vibran las barras. “Quiero que ya me lo den para poder llevármelo. Pero es mucho más complicado que el brazo que sí me llevo a casa, así que todavía no es completamente confiable”.

A diferencia de Kitts, Eric Schremp no necesita manos artificiales. Sólo que sus manos naturales funcionen. No lo habían hecho desde que se rompió el cuello en 1992 y quedó tetrapléjico. Sin embargo, ahora este cuadragenario de Ohio puede tomar un cuchillo o un tenedor, gracias a un implante desarrollado por Hunter Peckham, ingeniero biomédico de la Universidad Case Western Reserve, en Cleveland. “Nuestra meta es restablecer el agarre de la mano –dice Peckham–. El uso de las manos es clave para ser independiente”.

Los músculos de los dedos de Schremp y los nervios que los controlan todavía existen, pero las señales del cerebro se truncan en el cuello. El equipo de Peckham extendió ocho electrodos microdelgados, desde el pecho de Schremp, que pasan por debajo de la piel de su brazo derecho y llegan hasta los músculos en los dedos. Cuando un músculo en su pecho se contrae, dispara una señal que se envía con un transmisor de radio a una pequeña computadora que cuelga de su silla de ruedas. La computadora interpreta la señal y la devuelve por radio al receptor implantado en el pecho, donde la señal viaja a través de cables por el brazo de Schremp hasta su mano. Ahí, la señal le dice a los músculos de los dedos que se cierren y aprieten. Todo sucede en un microsegundo. “Puedo tomar un tenedor y alimentarme –dice Schremp–. Eso significa mucho”.
Cerca de 250 personas han sido tratadas con esta técnica, pero todavía es experimental. Sin embargo, otro dispositivo biónico ha mostrado que el matrimonio entre mente y máquina puede ser poderoso y duradero; se ha implantado en casi 200 000 personas alrededor del mundo durante los últimos 30 años. Es el implante coclear. Aiden Kenny está entre sus usuarios más recientes. Su madre, Tammy Kenny, recuerda cómo hace un año se enteró de que a su bebé no podían ayudarlo los aparatos auditivos.
“Yo sólo lloraba y lo abrazaba –recuerda Tammy–, y sabía que no podía escucharme. ¿Cómo llegaría jamás a conocerme? Una vez, mi esposo golpeó dos cacerolas, esperando alguna respuesta”. Aiden nunca oyó el ruido.

Ahora el bebé sí logra escuchar el golpe de las cacerolas. En febrero de 2009, cirujanos del Hospital Johns Hopkins le implantaron sinuosas líneas con 22 electrodos en cada cóclea, parte del oído interno que suele detectar las vibraciones sonoras. En Aiden, un micrófono recoge sonidos y manda señales a los electrodos, que las transmiten directamente a los nervios.

“El día que pusieron a funcionar el implante, un mes después de la cirugía, notamos que respondió al sonido –dice Tammy Kenny–. Volteó con el sonido de mi voz. Fue asombroso”. Hoy, dice, con la ayuda de terapia intensiva, empieza a comprender el lenguaje y va alcanzando rápidamente a otros bebés que sí pueden oír.

A estos oídos biónicos probablemente les sigan los ojos biónicos. Jo Ann Lewis perdió la vista hace años debido a la retinosis pigmentaria, enfermedad degenerativa que destruye las células de los ojos encargadas de detectar la luz, denominadas conos y bastones. No obstante, hace poco recuperó parcialmente la visión gracias a los resultados de la investigación de Mark Humayun, oftalmólogo de la Universidad del Sur de California, y a una compañía llamada Second Sight.

Como suele suceder con esta enfermedad, parte de una capa interior de la retina de Jo Ann ha sobrevivido. Esta capa, llena de células bipolares y ganglionares, normalmente reúne señales de conos y bastones externos y las transmite a fibras que se fusionan con el nervio óptico. Nadie sabía en qué idioma hablaba la retina interior, o cómo darle imágenes que pudiera entender. Pero en 1992, Humayun empezó a colocar una diminuta matriz de electrodos en las retinas de pacientes con retinitis pigmentaria que fueron intervenidos quirúrgicamente por otras razones.

“Les pedimos que siguieran un punto y lo hicieron –dice Humayun–. Podían ver filas y columnas”. Después de otra década de pruebas, Humayun y sus colegas desarrollaron un sistema que llamaron Argos (en la mitología griega, gigante con cientos de ojos). Los pacientes recibían un par de anteojos oscuros con una pequeña cámara de video montada en ellos, junto con un transmisor. Las señales de video se enviaban a una computadora que los pacientes llevaban sujeta a un cinturón; esas señales se traducían en patrones de impulsos eléctricos que las células ganglionares podían entender, y después se transmitían a un receptor colocado detrás de la oreja. De ahí, un cable las llevaba dentro del ojo, a una matriz cuadrada de 16 electrodos delicadamente sujeta a la superficie de la retina. Los impulsos disparaban los electrodos. Los electrodos encendían células. Luego, el cerebro hacía el resto permitiendo a estos primeros pacientes ver contornos y algunas formas burdas.

En otoño de 2006, Humayun, Second Sight y un equipo internacional incrementaron el número de electrodos del arreglo a 60. Como una cámara con más pixeles, el nuevo arreglo producía una imagen más nítida. Jo Ann Lewis, de Rockwall, Texas, fue de las primeras en recibir uno. “Ahora puedo ver las siluetas de los árboles otra vez –dice ella–. Es una de las últimas cosas que recuerdo haber visto naturalmente. Hoy puedo ver ramas que sobresalen aquí y allá”.

Llevando aún más lejos el concepto de la prótesis neural, los investigadores han empezado a usarlo en el cerebro mismo. Los científicos detrás del proyecto BrainGate intentan conectar la corteza motora de pacientes completamente inmóviles directamente a una computadora, para que puedan mover objetos remotos con la mente. Hasta ahora, los pacientes que participan en las pruebas han logrado mover un cursor en una pantalla de computadora. Los investigadores incluso planean desarrollar un hipocampo –la parte del cerebro que guarda los recuerdos– artificial, con la intención de implantarlo en personas con pérdida de la memoria.

No todo funcionará a la perfección. Uno de los cuatro pacientes iniciales del proyecto BrainGate decidió que le quitaran el cable porque interfería con otros dispositivos médicos. Y Jo Ann Lewis dice que su visión no es lo suficientemente buena como para cruzar la calle. Sin embargo, Kitts hoy tiene en su muñón un nuevo recipiente, más elástico, que alinea mejor los electrodos con los nervios que controlan el brazo.
“Damos a la gente mejores herramientas que las que había antes. Pero aún son rudimentarias, como un martillo comparado con la complejidad del cuerpo humano. Son una vela comparadas con la luz deslumbrante que es la Madre Naturaleza”, señala Kuiken. Pero aun así, al menos quienes las usan pueden sujetar la vela. Y algunos pueden incluso verla parpadear en la oscuridad.

Complejidad y salud en el siglo XXI

Complejidad y salud en el siglo XXI

 

…..Planeaba ya Descartes en su discurso del método “Empecemos con los sistemas mas simples
y de mas fácil discernimiento para ascender después  gradualmente a la comprensión de los más complejos……

Edgar Morin.1

RESUMEN

La ciencia y la producción de saber científico están cambiando y esto muestra que la crisis de identidad de la ciencia contemporánea es una crisis de crecimiento de la que está surgiendo un modo nuevo de producción de conocimiento y tecnología. El nuevo saber es una tendencia hacia la superación de las barreras disciplinarias y el establecimiento de un cuadro del mundo nuevo, que reconozca su diversidad y complejidad intrínsecas. El pensamiento  de la complejidad no niega el desarrollo alcanzado por el pensamiento simplificador prevalente en las ciencias. La humanidad se enfrenta actualmente  a las consecuencias del daño a la naturaleza ocasionado por el hombre y el consecuente emerger y reemerger de problemas  que afectan al mundo entero, como resultado de movimientos  caóticos donde coexisten a la vez el orden/desorden, lo normal/lo patológico, endemia/pandemia/epidemia; emergen nuevas especies de patógenos bacterianos y virales como consecuencia de cambios ecológicos del medio ambiente, se incrementa la inestabilidad, la pobreza, el agotamiento de recursos naturales y el temor a desaparecer como especie  y como planeta. En Cuba, el pensamiento de la complejidad, se ha dado a conocer desde la cátedra de la Complejidad del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias; desde la salud, trabajan  diferentes grupos a lo largo y ancho del país. Se pretende llevar a los lectores a reflexionar  en la nueva forma de pensar que brindan estas nuevas teorías, útil para el estudio de cualquier problema de salud que afecte a los seres humanos  en el mundo de hoy.

Palabras clave: Teoría de la complejidad, ciencia y complejidad, complejidad y salud.

INTRODUCCIÓN

Innumerables instituciones y artículos  publicados en revistas de conocido prestigio internacional documentan exhaustivamente  el desarrollo alcanzado por las Ciencias  Médicas durante el pasado siglo, tanto  en la educación, como en la investigación, la práctica técnica y profesional y el control de numerosas enfermedades.


La revolución científico- técnica,  que se inició a finales del siglo XIX y alcanzó en el siglo XX su máximo esplendor, se extendió a  todas las ramas del saber humano, lo que favoreció que la medicina se nutriera de importantes progresos tecnológicos que permitieron  un salto cuanti-cualitativo en la capacidad de  diagnóstico y  tratamiento de las enfermedades. Surge y se desarrolla un  nueva industria: la industria médico-farmacéutica, que emergió con poder económico insospechable. Similares resultados  ha obtenido la  información médica, gracias al desarrollo de  la informática y  de los medios de comunicación virtual. Debido a esto, a partir de los años 80 las Ciencias M édicas reciben una avalancha de instrumentos,  equipos, técnicas y medios, cada vez más complicados, con el consecuente incremento provechoso en la precisión en el diagnóstico y  tratamiento de las enfermedades, sin embargo, la medicalización y  la instrumentación excesiva,  distancian y  automatizan la relación médico-paciente y amenazan con destruir valores éticos y morales, pilares de  esta profesión desde Hipócrates, a pesar del rescate de estos valores hecho por  la bioética,  después de los horrores cometidos por el fascismo en  la segunda guerra mundial, y que constituyen una barrera en el propósito de duplicar hombres  como ovejas “Dolly” y automatizar el cuerpo  humano. Existe, además,  tal velocidad en el cambio de tecnologías, que los usuarios no lo pueden asimilar, especialmente el mundo no desarrollado, con la consecuente dificultad  de adquirir sólo partes o su totalidad y por tanto,  se pone en peligro la disponibilidad de  tecnologías de última generación.

El escenario internacional,  donde estos progresos tecnológicos y científicos se están produciendo no deja de ser fluctuante y sombrío. El mundo después de la posguerra quedó fraccionado, bipolar. Al  derrumbarse el campo socialista, emerge como poder hegemónico, unipolar,  el  imperialismo en fase decadente. Las Naciones Unidas no existen y sólo son la utopía de un sueño no alcanzado. Los pueblos menos favorecidos económicamente, abandonados a su propio destino,  sufren de explotación y del despojo de sus riquezas naturales. Ningún poder mundial logra detener las guerras de exterminio. El capitalismo ingenuo se convirtió en imperialismo deshumanizante.  Las desigualdades e iniquidades sociales generan formas de vida desigual e iniquitativas. Las guerras, la incontrolada explotación de los recursos naturales, la experimentación  con armas químicas, biológicas y nucleares; la desertificación, los cambios climatológicos y de la biosfera, los  terremotos, tsunamis, aludes, huracanes de gran poder, propician la aparición de nuevos virus y bacterias resistentes al control y a tratamientos convencionales. Se dispersan  nuevas y terribles enfermedades: la miseria, el hambre y la destrucción, se extienden amenazadoras,  por todo el planeta.


En este contexto, el  saber que proporcionan las llamadas  “teorías de la  complejidad” puede arrojar alguna luz sobre la comprensión y análisis de estos problemas. Desde este punto de vista,  estas nuevas teorías podrían cambiar profundamente la visión de las ciencias y finalmente la visión actual del universo.

EL PAPEL HISTÓRICO DE LAS CIENCIAS

“Subsiste la nostalgia de que la Ciencia nos proporciona la verdad, verdad única, de la que podría después deducir el bien (individual, social, político…) pero eso no es nada más que una ilusión. Desde luego una nostalgia que explicara  todo, las cosas como son y también como deberían ser. Lo que los anglófonos llaman Naturalistic fallacy, esto es, el sofisma naturalista  que consiste en deducir  lo que debería ser de  lo que es. Lo que debería ser,  es en realidad fruto de nuestra imaginación  y de nuestro deseo, y no es en general deducible de lo que es. El conocimiento de lo que es nos permite apreciar las cortapisas  que ponen limites a nuestra imaginación, mas allá de los cuales en principio no se puede ir.”2

“Nuestra tradición intelectual  está marcada por dos grandes rupturas, dos auténticas revoluciones del pensamiento: una  de ellas es la nueva concepción del espacio, fruto de las investigaciones de Copérnico, Galileo y Newton, que reemplaza la noción de  un universo centrado en la tierra y la otra es el derrumbamiento de la visón antropocéntrica del mundo provocado  por las teorías de Darwin. Hoy día comenzamos a vislumbrar que los universos  que han abierto estas dos rupturas no eran idénticos y que tampoco el primero llevaba necesariamente al segundo.”3

Por otra parte, la Ciencia y la producción de saber científico están cambiando, y esto muestra que la crisis de identidad de la ciencia contemporánea, es una crisis de crecimiento de la que está surgiendo un modo nuevo de producción de conocimiento y tecnología. Lo posible en este camino es ya parcialmente realidad desde mediados del siglo XX y ha comenzado a rendir frutos materiales y epistemológicos.

El nuevo saber como unificación no consiste en la desaparición de las disciplinas ni en la creación de una ciencia única. Es una tendencia hacia la superación de las barreras disciplinarias, y el establecimiento de un cuadro del mundo nuevo, que reconozca su diversidad y complejidad intrínsecas.

El nuevo saber se expresa en la superación del reduccionismo como instrumento metodológico privilegiado en la ciencia disciplinaria, la búsqueda de un método de pensamiento nuevo; el avance hacia la comprensión de los objetos del mundo como sistemas o entidades complejas irreductibles, imposibles de ser agotadas; la superación de la idea del objeto dado, que paulatinamente está siendo sustituida por la noción de virtualidad del objeto de investigación; la tendencia a comprender de una manera nueva los “objetos” del mundo, y la naturaleza como totalidad; la comprensión de la artificialidad del mundo del hombre y sus construcciones cognitivas,  cuestionamiento de la división rígida entre ciencias naturales y sociales; la transdisciplinariedad e  interdisciplinariedad crecientes; la consideración de la subjetividad en el análisis de la objetividad científica y el planteo de los límites culturales de dicha objetividad (Delgado Díaz CJ. Hacia un nuevo saber: problemas del enriquecimiento moral del conocimiento humano. Palacio de las Convenciones, La Habana, 8 al 11 de enero de 2002).

Hoy, al igual que en el pasado, han sido nuevamente las ciencias exactas las que han introducido elementos originales, marcando la pauta sobre el significado del conocimiento. En efecto, se debe a un conjunto de físicos, biólogos, matemáticos, y otros, el haber reintroducido con elementos novedosos la cuestión epistemológica como itinerario fundamental de cualquier búsqueda científica. Sin asomo de dudas, estos científicos han propiciado una autentica revolución copernicana que modifica de raíz los presupuestos largamente asumidos sobre la naturaleza y los alcances del conocimiento científico.4

 

CIENCIA Y COMPLEJIDAD

Aunque las teorías que originan el pensamiento complejo tienen diversas fuentes de origen y presupuestos científicos, se caracterizan  por  coincidir en lo siguiente:

  • Establecen una clara ruptura con el pensamiento simplificador y lineal  que predominó en las ciencias desde su surgimiento (Descartes, Galileo, Newton, Leibniz) hasta el momento actual.
  • No niegan el valor del pensamiento científico anterior sino que los integran y superan.
  • Reconocen que el conocimiento es limitado, que sus límites son en ocasiones difusos e imprecisos y que no pueden ser atrapados por el lente humano, por lo que la realidad es impredecible.
  • Que la materia se autoorganiza, que coexisten en ella el orden y el desorden a la vez y  que los movimientos no se producen  en línea recta sino en forma de turbulencias, bucles,  torbellinos, de donde  emergen estructuras nuevas, superiores, diferentes a las que le dieron origen. Que se producen momentos de  avances y retrocesos.
  • Que  el principio de la autosimilaridad está presente en los fenómenos complejos,  ya que la parte está en el todo y el todo está en las partes.
  • Que los fenómenos complejos son altamente sensibles a pequeñas variaciones en sus condiciones iniciales, de modo que pequeños cambios en estas condiciones,  pueden acarrear grandes transformaciones.

Edgar Morin identifica tres teorías,  surgidas en los años 40 del siglo xx, que han sido básicas para el surgimiento de la teoría de la complejidad: la información, la cibernética y la teoría de sistemas. La teoría de la información permite  entrar en un universo donde  a la vez hay redundancia (orden) y ruido (desorden). La cibernética es una teoría de las maquinas autónomas, la idea de la retroacción (feed back) que introduce Norbert Weiner, rompe con el principio de la causalidad lineal, al introducir la curva de causalidad. La causa actúa sobre el efecto y el efecto actúa sobre la causa y por último, la teoría de sistemas, con su primera lección, “el todo es más que la suma de las partes”, pero por otra parte, “el todo es menos que la suma de las partes”, pues estas pueden tener cualidades inhibidas por la organización del conjunto.1

Surgen además nuevos conceptos: el de autoorganización, inspiradas por Von Neuman y su teoría de los autómatas autoorganizadores, mientras que Von Foerster aporta  la noción del orden a partir del ruido, el orden a partir del desorden y Atlan la teoría de azar organizador, relación dialógica presente en todos los sistemas. Prigogine es quien finalmente demuestra con la segunda ley de la termodinámica, que existe la física de los procesos de no equilibrio de los sistemas no lineales y de los procesos disipativos caracterizados por un tiempo unidireccional, o sea no reversible. Es lo que Edgar Morin llama “autoeco-organización.”

Como antecedente al surgimiento de las teorías que fundamentan la ciencia de la complejidad, se menciona que en 1927 Werner Karl Heisenberg (1901-1976) físico y Premio Nóbel alemán, desarrolló un sistema de mecánica cuántica cuya indeterminación o principio de incertidumbre ha ejercido una profunda influencia en la física y en la filosofía del siglo xx.5,6


La mejor estudiada y más conocida de las teorías científicas de la complejidad es la teoría del caos. Se debe al descubrimiento realizado por el  físico Edward Lorenz, quien actuando como  meteorólogo del Massachussets Institut of Technology (MIT), descubre el efecto que tienen las pequeñas diferencias iniciales “efecto mariposa” sobre la situación climatológica.7

También forma parte de estas teorías científicas, el descubrimiento realizado de la llamada geometría fractal,  realizado en 1975 por el ingeniero francés Benoit Mandelbrot,  con aportes  fundamentales a la teoría de la complejidad.


Otra teoría que fundamenta la ciencia de la complejidad es la denominada teoría de los conjuntos borrosos, elaborada por Lofti A. Zadeh (1965), un ingeniero iraní que trata de formalizar en un modelo lógico y matemático lo impreciso, lo difuminado, lo indeterminado, lo difuso….


También se incluye la  teoría de las catástrofes  presentada a comienzos de los años 70 por el matemático René Thom (1972) que  describe sobre una base topológica pero también filosófica, los cambios “repentinos” que ocurren en un sistema sin perjuicio de su estabilidad o continuidad, expresado con otras palabras, que el sistema consigue mantenerse gracias a una maniobra de subsistencia. 

LOS TRES  PRINCIPIOS: EL  DIALÓGICO, EL DE LA RECURSIVIDAD Y EL HOLOGRAMÁTICO

El principio dialógico vincula dos nociones antagónicas, que deberían repelerse pero son parte de una realidad inseparable, ejemplo de ello: salud/enfermedad.

El principio de la recursividad, es más que la simple retroalimentación, supera la curva de regulación con una noción generadora y autoorganizante, productos y efectos son a su vez causantes de lo que lo producen: los seres humanos  somos causa y consecuencia de la reproducción de la especie humana.

Por último, el tercer principio u hologramático, pone de manifiesto, la aparente paradoja de ciertos sistemas donde no sólo la parte está en el todo,  sino que el todo está en la parte: la totalidad del patrimonio genético está presente en cada célula, al igual que  el individuo es una parte  de la sociedad.

El pensamiento complejo es esencialmente  el pensamiento que integra la incertidumbre y que es capaz de concebir la autoorganización, capaz de reunir, contextualizar, globalizar, pero reconociendo lo singular y lo concreto.1

COMPLEJIDAD Y SALUD EN EL SIGLO XXI

Para las ciencias en general, y la salud en particular, las teorías de  la  complejidad tienen un efecto demoledor  sobre el reduccionismo científico. Una de las virtudes,  que  tienen estas nuevas teorías es su capacidad de integrar, de unir y al mismo tiempo de respetar la diversidad; otra es reconocer que el conocimiento científico tiene límites y que los fenómenos no son predecibles aunque si  prevenibles. Un axioma de la complejidad es la imposibilidad de alcanzar nuevos conocimientos de forma fraccionada, por lo que las disciplinas científicas, en lo adelante deben trabajar de forma transdisciplinar, es decir estudiar un problema conjuntamente, desde varias ciencias  relacionadas y desde cada una de ellas por separado y de la misma forma tomar medidas para  evitarlo  y/o solucionarlo.

El pensamiento  de la complejidad no niega el desarrollo alcanzado por el pensamiento simplificador prevalente en las ciencias. Sólo que la humanidad, se enfrenta actualmente  a las consecuencias del daño a la naturaleza ocasionado por el Hombre  al utilizar incontroladamente el acervo científico de la humanidad  y el consecuente emerger y reemerger de problemas  que no sólo tributan a una parte de la humanidad, sino que se globalizan y afectan al mundo entero, como resultados de  movimientos  caóticos, donde coexisten a la vez el orden/desorden, lo normal/lo patológico, endemia/pandemia/epidemia, emergen nuevas especies de patógenos bacterianos y virales como consecuencia de cambios ecológicos importantes del medio ambiente y se incrementa la inestabilidad, la inseguridad, la pobreza, el agotamiento de recursos naturales y el temor a desaparecer como especie  y como planeta.

Estas transformaciones, no pueden ser explicadas ni resueltas científicamente, de forma holística,  si prevalece el  pensamiento dividido, fraccionado, entre los componentes científicos, políticos, económicos, culturales, religiosos y sociales en general. Tampoco pueden ser resueltos complejos problemas científicos, teóricos y prácticos del mundo de hoy sin la participación transdisciplinar de las disciplinas  científicas. La integración del arte, la cultura, la política, las ciencias,  lo tradicional, religioso y popular debe dejar de ser una utopía y convertirse en una realidad cotidiana.

Las teorías de la complejidad y el pensamiento complejo armonizan con el pensamiento materialista dialéctico al  vislumbrar soluciones científicas, humanas y contextualizantes a los nuevos  problemas sociales, naturales, biológicos y otros que enfrenta la humanidad,   abren un nuevo camino explicativo a  formas de pensamiento  causal, hasta ahora no concebidas por teorías anteriores.

En salud se han producido diversas formas de aplicaciones para las teorías de la complejidad, lamentablemente, no todas son conocidas, otras están  surgiendo ahora. Una búsqueda en Internet, proporciona algunas pistas e informaciones. A continuación se señalan algunas de las localizadas:

  • La Epidemiología Crítica y la nueva Epidemiología Social, aportan conceptos y propuestas teóricas basados en la teoría de la complejidad.
  • En el terreno de la salud, la teoría de la complejidad ha sido útil para investigar el pronóstico de algunas epidemias, utilizando además de los métodos de cálculos convencionales, el concepto de “espectro de potencia”, lográndose identificar atractores extraños en la epidemia.8
  • Shaffner y Kot aplicaron un método de reconstrucción de atractores al estudio de enfermedades epidémicas como varicelas, sarampión y parotiditis, para ello utilizaron datos obtenidos en años en que no existía una vacunación masiva.9

El Dr. José Félix Patiño, MD., FACS (Honduras), expresidente de la Federación Latinoamericana de Cirugía (FELAC) en una publicación que titula  “Oncología, caos, sistemas complejos adaptativos y estructuras disipativas” expresa:

Propongo mirar el cáncer más allá de la ciencia natural, a la luz de la teoría del caos y de la ciencia de la complejidad, como un fenómeno aleatorio en un organismo complejo adaptativo de no-equilibrio. Así concebido, el cáncer de por sí es una estructura disipativa, muy alejada del equilibrio, un nuevo estado de la materia que depende de flujos continuos de energía y recursos provenientes del huésped, o sea del organismo humano sobre el cual se conformó, pero que exhibe una tendencia hacia el crecimiento continuo e ilimitado. Una manera de controlarlo sería induciendo su equilibrio químico y térmico, o sea deteniendo sus procesos de autoorganización y perpetuación, puesto que las estructuras disipativas en equilibrio son organismos muertos.10

Diferentes  autores estudian y  publican acerca de la complejidad relacionada con temas de salud:

  • Ciencias biomédicas y complejidad

La ciencia no lineal está teniendo cada día un mayor impacto en las ciencias biomédicas. De tal modo que su influencia comienza a ser notable en una nueva visión de los seres vivos, así como de la enfermedad. Una apuesta en esta dirección la aporta el libro Self-Organized Biological Dynamics and Nonlinear Control. Toward Understanding Complexity, Chaos and Emergent Function in Living Systems, editado por Jan Walleczek de Stanford University y que publica Cambridge University Press. Contiene contribuciones de 18 conocidos especialistas en la materia, y se trata de un intento de introducir las ideas fundamentales de una amplia gama de conceptos interdisciplinarios de dinámica no lineal, tales como la autoorganización, complejidad, coherencia, resonancia estocástica, fractales y caos, a las ciencias biomédicas.11

  • Dinámica no lineal y biología de sistemas

El Center for Nonlinear Dynamics in Physiology and Medicine de la Universidad McGill de Montreal organiza una escuela sobre Systems Biology Dynamics: from genes to organisms. Entre los temas que se tratan se encuentran la dinámica no lineal y la teoría del caos, sistemas estocásticos, ecuaciones diferenciales con retardo, autómatas celulares. Entre las aplicaciones: redes de expresión genética, propagación de señales neurales, chips de ADN, dinámica cardiaca, control neuronal y hematología.12

Seria interminable citar la totalidad de páginas que abordan la complejidad y la salud en Internet, lo que expresa el interés y la relevancia que ha adquirido el tema en el mundo de hoy.

En Cuba, el pensamiento de la complejidad, se ha dado a conocer desde la cátedra de la Complejidad del Instituto de Filosofía a través de cursos, talleres nacionales, simposios internacionales y diplomados. Este conocimiento  se ha ido enriqueciendo con la participación de numerosos sectores de diversas ramas del arte, la cultura, las ciencias naturales y sociales de la población cubana, en todo el país, con la participación personal de importantes figuras de la cultura y de ciencia internacional como son Isabel Stengers, Edgar Morin, Fritjof Capra, Frederic Munné,  Richard Levins,  entre muchos.

Desde la salud, están trabajando diversos grupos a lo largo y ancho del país, por lo que es de esperar que próximamente se comience a obtener resultados transformadores en el quehacer médico y salubrista con enfoque complejo. En la provincia de Camagüey, por mencionar un ejemplo, ha culminado recientemente el “II Taller Transdisciplinar sobre el  Enfoque de la Complejidad” convocado por la cátedra  de Complejidad de la Universidad de Camagüey y el  Centro de Medicina y Complejidad del Instituto Superior de Ciencias Médicas “Carlos J. Finlay” de la propia ciudad, en este evento se presentaron numerosos trabajos locales  y foráneos donde se abordó el tema de la complejidad en salud y en otras ramas del saber.13-22 Recientemente acaba de concluir el primer diplomado de Pensamiento Complejo  ofertado por el Instituto  de Filosofía  y se acaba de crear la red de complejidad y salud de la cátedra de Complejidad perteneciente al  Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba.

Aun no tenemos idea del alcance que tendrá esta teoría en el pensamiento científico y en el quehacer de las ciencias relacionadas con la salud. A la Epidemiología cubana,  como ciencia básica de la salud publica, le corresponde jugar un papel orientador con respecto al uso y aplicaciones de la teoría de la complejidad en este campo.23

CONSIDERACIONES FINALES

Reflexionar en la nueva forma de pensar que brinda el pensamiento complejo para el estudio de los problemas de salud en el mundo de hoy, es una necesidad y un desafío.  Existen numerosos problemas que  se han enfrentado desde la perspectiva del pensamiento lineal, simplificándolos, reduciendo el todo a las partes, despreciando el valor que tienen las pequeñas variaciones de  las condiciones iniciales en todo sistema abierto.  Los resultados pueden haber sido aproximaciones más o menos acertadas, pero también se ha cometido importantes errores.

Para cualquier análisis ulterior, debe tenerse en cuenta,   que  estas teorías, permiten repensar en lo ya conocido desde nuevas perspectivas,  o buscar explicaciones a problemas científicos  no conocidos o de conocimiento incompleto o no satisfactorio. Muchas son las preguntas para las que aún no se tienen respuestas, pero ya existen respuestas para algunos de los problemas que antes se ignoraban. Científicos e intelectuales en todo el mundo buscan incansablemente las rutas que permitan apropiarse de esas realidades desconocidas. De otras, ni siquiera se ha llegado a percibir  su existencia. Siempre se obtendrán resultados a tantos esfuerzos mancomunados, por lo que pensar en la complejidad y la forma de aprehenderla desde cada ciencia particular y transdisciplinar,  es un reto al cual no se debe renunciar.

Summary

Complexity and healthcare in the 21st century

Science and production of scientific knowledge are changing, which shows that the identity crisis of the contemporary science is a crisis in development from which a new mode of production of knowledge and technology emerges. The new knowledge is a tendency towards overcoming barriers among disciplines and setting up the picture of a new world that recognizes intrinsic diversity and complexity. The complexity thought does not deny the development reached by the simplifying thinking that prevail in sciences. The mankind faces at present the consequences of man-caused damage, and the resulting emergence and re-emergence of problems affecting the whole world, as a result of chaotic movements where order/disorder, normality/pathology; endemics/pandemics/epidemics coexist; new bacterial and viral pathogenic species emerge due to environmental changes; instability, poverty, depletion of natural resources and fear to dissapearance of the species and the planet as such are on the rise. In Cuba, the Complexity Chair of the Philosophy Institute of the Academy of Sciences has made the thought of complexity known whereas in the field of healthcare, different groups are working on this issue throughout the country. This paper intends that readers make reflections on the new way of thinking offered by these novel theories, which are really useful for studying any health problem that may have an impact on the today´s world population.

Key words: Theory of complexity, science and complexity, complexity and health.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 

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  8. Stewart I. ¿Juega Dios a los Dados? En: Colección Drakontas, editores. El desequilibrio de la naturaleza. Barcelona: Editorial Crítica;1998.p.300-4.
  9. Pichín Quesada M de J, Fariñas Salas AO, Miyares Quintana SM. Los sistemas vivos y las ciencias de las complejidades. Relación entre soma y red biológica [serie en Internet]. [citado 10 Oct 2006]. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/san/vol8_3_04/san07304.htm
  10. Patiño JF. Oncología, caos, sistemas complejos adaptativos y estructuras disipativas. Boletín Informativo de la Federación Latino Americana de Cirugía. 2002;7(1) (Bogotá).
  11. Self-Organized Biological Dynamics and Nonlinear Control. Toward Understanding Complexity, Chaos and Emergent Function in Living Systems. Stanford University. .Jan Walleczek, editor [serie en Intenet]. [citado 10 Oct 2006]. Disponible en: http://www.cambridge.org/uk/catalogue/catalogue.asp?isbn=0521026075 (ISBN-13: 9780521026079 | ISBN-10: 0521026075)
  12. McGill University, Montreal. Summer School about Systems Biology Dynamics from Genes to Organisms, May 23-June 2, 2006, organized by Centre for Nonlinear Dynamics in Physiology and Medicine [serie en Internet]. [citado 10 Oct 2006]. Disponible en: http://www.cnd.mcgill.ca/summer/index.html
  13. Ortiz Hernández E. El enfoque transdisciplinar de la complejidad en las ciencias biomédicas. Necesidad de cambio de paradigma [serie en Internet].   [citado 12 Mar 2007]. Disponible en: http://www.complejidad-camaguey.org/
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  22. Arango Valderá R. Enfoque complejo de la Situación de Crisis [serie en Internet]. [citado 12 Mar 2007]. Disponible en:  http://www.complejidad-camaguey.org/
  23. Ramis Andalia RM. La causalidad compleja: un nuevo paradigma causal en Epidemiología. Rev Cubana Salud Pública. 2004;30(3).

Recibido: 24 de octubre de 2006. Aprobado: 16 de abril de 2007.
Rina M. Ramis Andalia. Escuela Nacional de Salud Pública. Calle I No. 202 e/11 y Línea. El Vedado. La Habana 10400, Cuba.
e-mail: rina.ramis@infomed.sld.cu

Rina M. Ramis Andalia

 

Escuela Nacional de Salud Pública

 

 

La interface entre la fenomenología y el cuidado de enfermería

La interface entre la fenomenología y el cuidado de enfermería

 

RESUMEN

La propuesta de este estudio es reflexionar sobre la importancia de la fenomenología en el área de la enfermería, enfocándola como posibilidad de abrir espacios para pensar el cuidado, fundamentando en la comprensión existencial del hombre, contemplando la dimensión humana más allá de la perspectiva técnico-científica. De ese modo, los autores discuten las tendencias de la enfermería, enfatizando el cuidado desde un enfoque fenomenológico.

Palabras clave: Enfermería, Fenomenología, Cuidados, Cultura.

ABSTRACT

This study aims to reflect on the importance of phenomenology in the nursing area, as a possibility of opening up spaces to think about care based on the existential understanding of man, contemplating the human dimension beyond the technical-scientific perspective. Thus, the authors discuss nursing’s tendency, focusing on care from a phenomenological approach.

 

Key words: Nursing. Phenomenology. Care. Cultura.

 

Introducción

Somos enfermeros desde hace más de veinte años y nuestra formación estuvo volcada más hacia la enfermedad, la patología y cuando mucho para el enfermo, buscando interpretarlo a la luz de los modelos teóricos, construidos de acuerdo a nuestro mundo. En nuestro pregrado en Enfermería, tuvimos contacto con disciplinas del área básica incluyendo las biológicas y las humanas, conocimientos necesarios para subsidiar la formación básica, constituida por las disciplinas: área de enfermería fundamental, médica, quirúrgica, pediatría, ginecología, obstetricia, salud mental y administración aplicada a la enfermería.

Frente a esta enseñanza fragmentada, compartida por la propia “división” del conocimiento, podemos decir que nuestra formación, en cuanto enfermeros, estuvo pautada en el modelo de las ciencias naturales positivista, enfocando la condición biológica del ser humano y los procedimientos técnicos volcados hacia la práctica de la enfermería.

Este modelo perduró algún tiempo en nuestra vida profesional. El cuidado estuvo enfocado como una actividad de enfermería dirigida a las patologías terapéuticas y técnicas de enfermería, distanciándonos de la dimensión del siendo con el otro y aproximándonos más al “hacer técnico”, en la adquisición de un conocimiento orientado a las ciencias biológicas, incluyendo las terapéuticas y tecnologías quirúrgicas, en detrimento de las ciencias humanas.

En el decorrer de nuestra experiencia profesional, percibimos que la enfermería también abarca otras perspectivas, siendo una de ellas la de estar siendo con el otro, o sea, comprender a la persona en su situación de estar enfermo, en su dimensión humana. En 1987 tuvimos la oportunidad de cursar seminarios sobre Metodología de la Investigación con enfoque fenomenológico, mirando hacia un nuevo horizonte en relación al cuidar, adquiriendo desde entonces una nueva percepción del modo de ser enfermero.

En la década del 90 nos vinculamos al Programa de Post Grado por medio de cursos, lecturas específicas y Grupos de Estudio y así nos fuimos aproximando a las premisas teóricas y filosóficas de la fenomenología, lo que hizo posible elaborar nuestra tesis de doctorado y a partir de ahí crear nuevos espacios de investigación en esa vertiente. Al pensar en enfermería a la luz de la fenomenología el enfermero puede mirar sus cuestionamientos, sus sentidos, sus conductas, e interpretar al mundo del cuidado desde otra óptica, dado por nuestro modo de ser mismo y el modo de ser de las personas que se encuentran enfermas.

 

El pensamiento fenomenológico y la enfermería

En la década del 70, en el Brasil, surge un abordaje de investigación cuya característica la diferencia de los estudios realizados hasta entonces. Se trata de una investigación que se aproxima a la metodología cualitativa que, en su naturaleza holística, descriptiva y basada en significaciones, enfatiza la importancia de conocer, entender e interpretar las significaciones y eventos, sin considerar el tiempo en que ocurren, sea en el pasado o en el presente. Su práctica favorece la profundización del significado de las creencias y valores, vivenciados por las personas en su existir.

Mediante un estudio bibliográfico acerca de las investigaciones de enfermería en Brasil que se aproximan a la fenomenología se constató que la década del 80 marcó el inicio de la producción en enfermería con bases fenomenológicas. En los años 90, hubo un interés creciente por la aplicación de esta metodología en las investigaciones realizadas por los enfermeros. Esta ciencia aplicada ha buscado la comprensión del significado de las experiencias relativas al proceso salud-enfermedad, vivida en las diversas fases del ciclo vital, tanto en el ámbito de la atención hospitalaria, de consulta externa, comunitaria, como en el del contexto familiar.1

El movimiento fenomenológico nació como reacción al positivismo que consideraba válido apenas al fenómeno empíricamente investigado y medido, en cuanto que la fenomenología objetiva la investigación directa y la descripción de fenómenos que son vivenciados por la conciencia, sin teorías sobre la explicación causal y libre, en lo posible, de prejuicios.2 La fenomenología se reporta a los modos interminables del ser articulándose al ámbito de la existencia. No se trata de una teoría, es una actitud, una postura, un modo de comprender el mundo.3 La actitud fenomenológica nos invita a dejar que las cosas aparezcan con sus características propias, como ellas son, dejando que la esencia se manifieste en la conciencia del sujeto, con el objetivo de no transformar, no alterar la originalidad de los fenómenos.4

El método fenomenológico viene conquistando cada vez más el reconocimiento en las investigaciones cualitativas, principalmente en el área de la salud, con destaque en la enfermería. El referencial fenomenológico busca el significado de la experiencia vivida, contribuye a la búsqueda de la comprensión del hombre, sujeto del cuidado, y viene, por tanto, al encuentro de los propósitos de la enfermería.5,6 La fenomenología existencial y ontológica es un modo de conciencia, un modo de ser y de mirar, que asume el compromiso de reinterpretar todos los conocimientos como expresiones de nuestras experiencias – sentido del ser humano.

El pensar, esencialmente, no es construir teorías, buscar datos científicos y desarrollar técnicas de intervenciones en salud, y sí un acto fenomenológico. Es descubrir o redescubrir el sentido existencialmente en aquello que antes era considerado como teoría, concepto, cuantificaciones, definiciones, procedimientos pre-establecidos, relaciones de causa y efecto, hipótesis, conjeturas, entre otros. Pensar es fundar lo que se manifiesta fenomenológicamente buscando el sentido y esencia de la forma como se muestran.7

Los estudios han revelado que “el modo de cuidar” en la enfermería puede presentarse diferente a los ojos de quien cuida, del profesional de salud, y a los ojos de quien recibe el cuidado, el cliente/paciente o usuario. Conceptos como salud, enfermedad, cuidado, cura, tratamiento forman parte de una inteligencia o de una razón que procede abstractamente en relación a las condiciones existenciales, que pueden ser repensadas fenomenológicamente. Enfermedad y cuidado, en sus diversos aspectos pueden ser re-significados por el prisma de la fenomenología existencial y ser comprendidos fenomenológicamente en la perspectiva de quien vivencia estos fenómenos.

La enfermedad tal como es vivida por las personas presenta dos aspectos: uno de naturaleza estructural formal que permite entenderla tal como es ella, en ella misma, en cualquier espacio y tiempo; y otro de naturaleza material o de contenido, que expresa la situación existencial concreta del ser enfermo. Esta condición existencial aparece en su corporeidad, y también por medio del lenguaje, de su vida socio-económica y cultural y que se encuentra vinculada a la historicidad propia en el modo de ser de cada persona que se encuentra enferma.

 

Cuidar en una perspectiva fenomenológica

La tendencia actual y futura de la enfermería es la de considerar al hombre como un todo y nunca más de manera aislada, en partes. A partir de esta premisa surgieron otras modalidades del cuidar trayendo una nueva comprensión para la enfermería. Siendo así, se puede afirmar que ella se aproxima, concientemente o no, a las ciencias humanas y al modo de cuidar pautado en el camino fenomenológico. De ese modo, el fenómeno salud-enfermedad no puede ser más analizado aisladamente de la persona que, concretamente, está vivenciando tal fenómeno. Hay necesidad que el enfermero al cuidar contemple a la persona en su totalidad existencial, examinando la enfermedad tal como es vivida por el ser que adolece, contextualizando sus condiciones históricas, culturales y sociales en la que se inserta.

Los profesionales de enfermería al interactuar con la persona que se encuentra enferma, deben priorizar en sus acciones y valores respetando sus sentimientos y comprometiéndose con el bienestar de quien recibe el cuidado. Con eso pueden establecer una relación más auténtica, siendo con el otro, buscando nuevos significados a partir de lo que es vivenciado por la persona que se encuentra enferma. Dado que la enfermería involucra “gente que cuida de gente” y resalta la importancia de la intersubjetividad en las relaciones humanas, se aproxima a la fenomenología existencial representada por Martin Heidegger.

Heidegger enfatiza el cuidado como una condición existencial – un modo de ser en el mundo. El cuidar es fuente del propio Ser, de modo que la esencia del hombre es ser cuidador de sí. El sentido del cuidar inserta la manifestación del Ser como un modo de cuidar propio del existir, pues dando apertura para que el otro se transforme es que el hombre puede transformar el propio ser en búsqueda de su esencia.8 Al cuidar de una persona se deben propiciar condiciones para que ella se pueda manifestar como Ser. Ese modo de ser incluye que el cuidador posibilite a la persona apertura de su presencia a partir del propio ser.9 Con esa postura el cuidador amplía su mirada para ver las cosas del modo como ellas se muestran.

El Ser enfermero se devela en las vivencias del cuidar, que acreditamos se manifiesta en el cuidar de y cuidar con. Para Heidegger,9 es posible visualizar en lo mínimo dos maneras de cuidar, y naturalmente ambas presentan variaciones. La primera manera es entendida por nosotros como cuidar de, frecuentemente desarrollada cuando el enfermero tiene como referencial el modelo biomédico, y que significa hacer por la persona aquello para lo que ella está capacitada hacer, lo que puede involucrar manipulación aunque de forma sutil. Esa actitud denota un cuidar de como un no ser enfermero junto a la persona que se encuentra enferma. En la otra manera vemos cómo cuidar con, significa posibilitar a la persona asumir sus propios caminos, crecer, madurar, encontrarse consigo mismo. Tal actitud implica un ser auténtico como enfermero, que se devela en el cuidar con. Por medio de estas vivencias el ser enfermero junto con el Ser persona que se encuentra enfermo, pueden trascender los desafíos de ser con los otros en el mundo. De este modo la real existencia del ser enfermero sólo se expresa en el ser con la persona que se encuentra enferma, en la coexistencia para ser el vivir saludable con los otros y con el mundo.

Para Heidegger10 el ser humano es un ser en el mundo y vive indisociable de la existencia en su cotidiano, mediante los niveles de experiencias que abarcan a la conciencia, el modo de vivir en el mundo y el propio estado de cuidado del Ser. El hombre como sujeto en el mundo puede vivenciar la existencia como cuidado, manifestación y comprensión, y en esa experiencia puede trascender a las condiciones de la existencia cotidiana, develando el propio Ser como apertura a las posibilidades del mundo.

Aun, según el autor, el hombre además de existir para sí (conciencia de sí) también existe para los otros (conciencia de las conciencias de los otros), de ese modo su existencia es inseparable de la existencia de los otros - ambas se entrelazan. El hombre es responsable de las elecciones de su existir como un ser que experiencia el mundo. Todos esos aspectos subsidian el cuidado en la enfermería como un proceso inherente al proceso del cuidar y del existir.

 

Consideraciones finales

Reflexionar acerca del cuidar en la perspectiva fenomenológica nos hizo mirar hacia el cuidado en una condición existencial, aproximándonos a la comprensión del encuentro fenomenológico entre la persona que es cuidada y la que cuida.

Hoy nuestro modo de vivenciar la enfermería se encuentra pautada en la búsqueda de la comprensión del fenómeno, que nos muestra el sentido del cuidar en el mundo vivido del enfermero y la necesidad de que este profesional profundice sus conocimientos en las ciencias humanas. En esa perspectiva, la fenomenología nos ayudó a desarrollar una actitud interna a partir de una mayor comprensión sobre la existencia humana y también del ser enfermero.

Frente a nuestra trayectoria profesional tuvimos cambios de postura ante el cuidar fragmentado. Acreditamos que los profesionales de la enfermería tienen posibilidad de cuidar fenomenológicamente dando significado para sí mismos y para quien cuida a partir del mundo vivenciado. Al cuidar pueden experimentar situaciones únicas por medio de la intersubjetividad, estableciendo de esa manera una relación auténtica. Siendo así, abren condiciones para comprender al hombre en su totalidad existencial, en una determinada sociedad cuya historia se encuentra insertada en una cultura situada.

Para actuar de modo fenomenológico el enfermero debe valorar la subjetividad y la intersubjetividad. Esto implica que el acto de cuidar se presenta articulado a la relación interpersonal, o sea, agregando acciones de cuidado en enfermería, comprometiéndose con el otro.11

Cuidar es inseparable de la comprensión y como comprensión debe ser simétrica: oyendo al otro, oyéndonos a nosotros mismos, cuidando del otro y cuidando de nosotros mismos. El enfermero debe desarrollar habilidades para oír y responder a las expectativas de quien cuida considerando su individualidad. Por otro lado, es necesario considerar que el propio acto de confortar es inherente al proceso de cuidar, tiene valor para quien cuida y para quien es cuidado, debiendo ofrecer a ambos la oportunidad de crecimiento.

Todas las situaciones vividas por la enfermería: interés, dedicación, compromiso, respeto al prójimo, así como, distanciamiento, competencia, acomodación son posibles de ser analizados con un enfoque fenomenológico. En este sentido la aplicación de la fenomenología dependerá de acciones conjuntas y de intereses de los profesionales volcados al desarrollo del equipo como un todo. Esa condición ya es de por sí un gran desafío, principalmente porque el cuidar está insertado en la dimensión del existir en un mundo que al mismo tiempo es complejo y singular, visualizando que “los modos de cómo cuidar” no se agotan.

El enfermero no es un ser acabado y tiene mucho que aprender y desarrollar en varias áreas del conocimiento. Debe ejercitar la humildad, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad, la disponibilidad, la reciprocidad, el coraje, la confianza, la responsabilidad, la acción-reflexión-acción y la ciudadanía, y así transformar su práctica con conciencia.

En el mundo de la enfermería todos nosotros como profesionales de la enfermería, tenemos mucho que develar acerca del cuidado, y debemos ampliar nuestros conocimientos día a día, para cada vez más aproximarnos al cuidado, cuidando del otro en todas las dimensiones del existir.

 

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Genival Fernandes de Freitas1, Miriam Aparecida Barbosa Merighi2, Maria de Fátima Prado Fernandes3

 

 

 

 

La Barbarie del Especialismo

La Barbarie del Especialismo

La tesis era que la civilización del siglo XIX ha producido automáticamente el hombre-masa. Conviene no cerrar su exposición general sin analizar, en un caso particular, la mecánica de esa producción. De esta suerte, al concretarse, la tesis gana en fuerza persuasiva.

Esta civilización del siglo XIX, decía yo, puede resumirse en dos grandes dimensiones: democracia liberal y técnica. Tomemos ahora sólo la última. La técnica contemporánea nace de la copulación entre el capitalismo y la ciencia experimental. No toda técnica es científica. El que fabricó las hachas de sílex, en el período chelense, carecía de ciencia y, sin embargo, creó una técnica. La China Llegó a un alto grado de tecnicismo sin sospechar lo más mínimo la existencia de la física. Sólo la técnica moderna de Europa tiene una raíz científica, y de esa raíz le viene su carácter específico, la posibilidad de un ilimitado progreso. Las demás técnicas -mesopotámica, nilota, grieta, romana, oriental- se estiran hasta un punto de desarrollo que no pueden sobrepasar, y apenas lo tocan comienzan a retroceder en lamentable involución.

Esta maravillosa técnica occidental ha hecho posible la maravillosa proliferación de la casta europea. Recuérdese el dato de que tomó su vuelo este ensayo y que, como dije, encierra germinalmente todas estas meditaciones. Del siglo v a 1800, Europa no consigue tener una población mayor de 180 millones. De 1800 a 1914 asciende a más de 460 millones. El brinco es único en la historia humana. No cabe dudar de que la técnica -junto con la democracia liberal- ha engendrado al hombre-masa en el sentido cuantitativo de esta expresión. Pero estas páginas han intentado mostrar que también es responsable de la existencia del hombre-masa en el sentido cualitativo y peyorativo del término.

Por «masa» -prevenía yo al principio- no se entiende especialmente al obrero; no designa aquí una clase social, sino una clase o modo de ser hombre que se da hoy en todas las clases sociales, que por lo mismo representa a nuestro tiempo, sobre el cual predomina e impera. Ahora vamos a ver esto con sobrada evidencia.

¿Quién ejerce hoy el poder social? ¿quién impone la estructura de su espíritu en la época? Sin duda, la burguesía.

¿Quién, dentro de esa burguesía, es considerado como el grupo superior, como la aristocracia del presente? Sin duda, el técnico: ingeniero, médico, financiero, profesor, etcétera, etc. ¿Quién, dentro del grupo técnico, lo representa con mayor altitud y pureza? Sin duda, el hombre de ciencia. Si un personaje astral visitase a Europa, y con ánimo de juzgarla, le preguntase por qué tipo de hombre, entre los que la habitan, prefería ser juzgada, no hay duda de que Europa señalaría, complacida y segura de una sentencia favorable, a sus hombres de ciencia. Claro que el personaje astral no preguntaría por individuos excepcionales, sino que buscaría la regla, el tipo genérico «hombre ciencia», cima de la humanidad europea.

Pues bien: resulta que el hombre de ciencia actual es el prototipo del hombre-masa. Y no por casualidad, ni por defecto unipersonal de cada hombre de ciencia, sino porque la ciencia misma -raíz de la civilización- lo convierte automáticamente en hombre-masa; es decir, hace de él un primitivo, un bárbaro moderno.

La cosa es harto sabida: innumerables veces se ha hecho constar; pero sólo articulada en el organismo de este ensayo adquiere la plenitud de su sentido y la evidencia de su gravedad.

La ciencia experimental se inicia al finalizar el siglo XVI (Galileo), logra constituirse a fines del siglo XVII (Newton) y empieza a desarrollarse a mediados del XVIII. El desarrollo de algo es cosa distinta de su constitución y está sometido a condiciones diferentes. Así, la constitución de la física, nombre colectivo de la ciencia experimental, obligó a un esfuerzo de unificación. Tal fue la obra de Newton y demás hombres de su tiempo. Pero el desarrollo de la física inició una faena de carácter opuesto a la unificación. Para progresar, la ciencia necesitaba que los hombres de ciencia se especializasen. Los hombres de ciencia, no ella misma. La ciencia no es especialista. Ipso facto dejaría de ser verdadera. Ni siquiera la ciencia empírica, tomada en su integridad, es verdadera si se la separa de la matemática, de la lógica, de la filosofía. Pero el trabajo en ella sí tiene -irremisiblemente- que ser especializado.

Sería de gran interés, y mayor utilidad que la aparente a primera vista, hacer una historia de las ciencias físicas y biológicas mostrando el proceso de creciente especialización en la labor de los investigadores. Ella haría ver cómo, generación tras generación, el hombre de ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho. Pero no es esto lo importante que esa historia nos enseñaría, sino más bien lo inverso: cómo en cada generación el científico, por tener que reducir su órbita de trabajo, iba progresivamente perdiendo contacto con las demás partes de la ciencia, con una interpretación integral del universo, que es lo único merecedor de los nombres de ciencia, cultura, civilización europea.

La especialización comienza precisamente en un tiempo que llama hombre civilizado al hombre «enciclopédico». El siglo XIX inicia sus destinos bajo la dirección de criaturas que viven enciclopédicamente, aunque su producción tenga ya un carácter de especialismo. En la generación subsiguiente, la ecuación se ha desplazado, y la especialidad empieza a desalojar dentro de cada hombre de ciencia a la cultura integral. Cuando en 1890 una tercera generación toma el mando intelectual de Europa, nos encontramos con un tipo de científico sin ejemplo en la historia. Es un hombre que, de todo lo que hay que saber para ser un personaje discreto, conoce sólo una ciencia determinada, y aun de esa ciencia sólo conoce bien la pequeña porción en que él es active investigador. Llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama dilettantismo a la curiosidad por el conjunto del saber.

El caso es que, recluido en la estrechez de su campo visual, consigue, en efecto, descubrir nuevos hechos y hacer avanzar su ciencia, que él apenas conoce, y con ella la enciclopedia del pensamiento, que concienzudamente desconoce. ¿Cómo ha sido y es posible cosa semejante? Porque conviene recalcar la extravagancia de este hecho innegable: la ciencia experimental ha progresado en buena parte merced al trabajo de hombres fabulosamente mediocres, y aun menos que mediocres. Es decir, que la ciencia moderna, raíz, y símbolo de la civilización actual, da acogida dentro de sí al hombre intelectualmente medio y le permite operar con buen éxito. La razón de ello está en lo que es, a la par, ventaja mayor y peligro máximo de la ciencia nueva y de toda civilización que ésta dirige y representa: la mecanización. Una buena parte de las cosas que hay que hacer en física o en biología es faena mecánica de pensamiento que puede ser ejecutada por cualquiera, o poco menos. Para los efectos de innumerables investigaciones es posible dividir la ciencia en pequeños segmentos, encerrarse en uno y desentenderse de los demás. La firmeza y exactitud de los métodos permiten esta transitoria y práctica desarticulación del saber. Se trabaja con uno de esos métodos como con una máquina, y ni siquiera es forzoso, para obtener abundantes resultados, poseer ideas rigorosas sobre el sentido y fundamento de ellos. Así, la mayor parte de los científicos empujan el progreso general de la ciencia encerrados en la celdilla de su laboratorio, como la abeja en la de su panal o como el pachón de asador en su cajón.

Pero esto crea una casta de hombres sobremanera extraños. El investigador que ha descubierto un nuevo hecho de ]a naturaleza tiene por fuerza que sentir una impresión de dominio y seguridad en su persona. Con cierta aparente justicia, se considerará como «un hombre que sabe». Y, en efecto, en él se da un pedazo de algo que junto con otros pedazos no existentes en él constituyen verdaderamente el saber. Esta es la situación íntima del especialista, que en los primeros años de este siglo ha llegado a su más frenética exageración. El especialista «sabe» muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto.

He aquí un precioso ejemplar de este extraño hombre nuevo que he intentado, por una y otra de sus vertientes y haces, definir. He dicho que era una configuración humana sin par en toda la historia. El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio.

Y, en efecto, este es el comportamiento del especialista. En política, en arte, en los usos sociales, en las otras ciencias tomará posiciones de primitivo, de ignorantísimo; pero las tomará con energía y suficiencia, sin admitir -y esto es lo paradójico- especialistas de esas cosas. Al especializarlo, la civilización le ha hecho hermético y satisfecho dentro de su limitación; pero esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer predominar fuera de su especialidad. De donde resulta que aun en este caso, que representa un máximum de hombre cualificado -especialismo- y, por lo tanto, lo más opuesto al hombre-masa, el resultado es que se comportará sin cualifícación y como hombre-masa en casi todas las esferas de vida.

La advertencia no es vaga. Quienquiera puede observar la estupidez con que piensan, juzgan y actúan hoy política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y el mundo los «hombres de ciencia», y claro es tras ellos, médicos, ingenieros, financieros, profesores, et cétera. Esa condición de «no escuchar», de no someterse a instancias superiores que reiteradamente he presentado como característica del hombre-masa, llega al colmo precisamente en estos hombres parcialmente cualificados Ellos simbolizan, y en gran parte constituyen, el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa inmediata de la desmoralización europea.

Por otra parte, significan el más claro y preciso ejemplo de cómo la civilización del último siglo, abandonada a su propia inclinación, ha producido este rebrote de primitivismo y barbarie.

El resultado más inmediato de este especialismo no compensado ha sido que hoy, cuando hay mayor número de «hombres de ciencia» que nunca, haya muchos menos hombres «cultos» que, por ejemplo, hacia 1750. Y lo peor es que con esos pachones del asador científico ni siquiera está asegurado el progreso intimo de la ciencia. Porque ésta necesita de tiempo en tiempo, como orgánica regulación de su propio incremento, una labor de reconstitución, y, como he dicho, esto requiere un esfuerzo de unificación, cada vez más difícil, que cada vez complica regiones mas vastas del saber total. Newton pudo crear su sistema físico sin saber mucha filosofía, pero Einstein ha necesitado saturarse de Kant y de Mach para poder llegar a su aguda síntesis. Kant y Mach -con estos nombres se simboliza sólo la masa enorme de pensamientos filosóficos y psicológicos que han influido en Einstein- han servido para liberar la mente de éste y dejarle la vía franca hacia su innovación. Pero Einstein no es suficiente. La física entra en la crisis más honda de su historia, y sólo podrá salvarla una nueva enciclopedia más sistemática que la primera.

El especialismo, pues, que ha hecho posible el progreso de la ciencia experimental durante un siglo, se aproxima a una etapa en que no podrá avanzar por sí mismo si no se encarga una generación mejor de construirle un nuevo asador más provechoso.

Pero si el especialista desconoce la fisiología interna de la ciencia que cultiva, mucho más radicalmente ignora las condiciones históricas de su perduración, es decir, cómo tienen que estar organizados la sociedad y el corazón del hombre para que pueda seguir habiendo investigadores. El descenso de vocaciones científicas que en estos años se observa -y a que ya aludí- es un síntoma preocupador para todo el que tenga una idea clara de lo que es civilización, la idea que suele faltar al típico «hombre de ciencia», cima de nuestra actual civilización. También él cree que la civilización está ahí, simplemente, como la corteza terrestre y la selva primigenia.

José Ortega y Gasset